(Lo que sigue es un extracto de la atípica y extensa entrevista con los cuatro integrantes de The Damned que podés encontrar en el número de febrero de Rolling Stone Argentina)
Sería lo menos punk del mundo, pero si se cometiera la desubicación de preguntarle por The Damned, ChatGPT seguro recordaría que fue la primera banda de la explosión punk británica en sacar un single (“New Rose”, octubre de 1976), la primera en editar un LP (febrero de 1977) y también la primera en girar por Estados Unidos (abril del 77). Antes que los Sex Pistols y The Clash. Y, ciertamente, es la banda que se mantuvo más tiempo activa. Mientras que sus colegas son historia hace tiempo, The Damned está ahora mismo de gira y tocará en Buenos Aires, el sábado 15 de marzo en el Teatro Flores, a trece años de su primera visita. Y viajan con una de sus formaciones más celebradas y con un nuevo disco, Darkadelic, en el equipaje de mano.
Quizás la IA no se detenga (o sí, quién te dice) en este dato fundamental: The Damned no sólo sobrevivió a su generación, sino que lo hizo grabando nueva música y refrescando su sonido, cuando no cambiándolo de manera radical. Jamás alcanzó la popularidad de los Pistols ni los Clash, pero logró un consistente status de culto.
El álbum debut de The Damned es un capítulo esencial en la discografía punk. El tercero, Machine Gun Etiquette (1979), es una joya power-pop sin fisuras. Phantasmagoria (1985), una pieza fundacional del rock gótico. Su mayor hit, “Eloise”, no está en ningún LP. Y, sin embargo, su catálogo es tan generoso que, para la gira que los trae a Sudamérica en 2025, optaron por enfocarse en otros dos trabajos: el doble The Black Album (1980) y Strawberries (1982), alistando al mismo personal de aquel período: el vocalista Dave Vanian (única constante desde el debut junto a los Pistols el 6 de julio de 1976 hasta hoy), el guitarrista Captain Sensible (fuerza compositiva y emblema del grupo, aunque supo tomarse sus años de vacaciones), el baterista Rat Scabies (una leyenda punk, por sí mismo) y el bajista Paul Gray (ex Eddie and the Hot Rods, otra ficha clave del rock inglés setentero).
The Black Album y Strawberries enmarcan el período más experimental y aventurado del grupo, donde sueltan amarras del punk para navegar con rumbos imprevisibles, desde la psicodelia aniñada (“Silly Kids Games”) y las orquestaciones de sintetizadores (“Wait for the Blackout”) hasta la exuberancia de una pieza de… ¡17 minutos, 13 segundos!, profundamente antipunk (“Curtain Call”), sin por eso dejar de rockearla a fondo (“Ignite”, “Drinking About My Baby”).
Pero aquel período se caracterizó también por otra cosa. Captain Sensible lo define como… bueno, como “los años del caos”.
“Digamos que no dormíamos”, explica a su turno en una inusual ronda de Zooms individuales con todos los músicos de The Damned 2025 para Rolling Stone Argentina. “Así que es notable que esos discos suenen tan bien. Estábamos fuera de control. Éramos como una pandilla callejera o, mejor, una banda de motoqueros. Y me gustaba eso porque siempre me atrajo la idea del todos para uno y uno para todos, de nosotros contra el mundo”.
Captain Sensible (Raymond Burns, 70 años) es socio fundador de la pandilla junto con Vanian y Scabies. Comenzó como bajista, hasta que el guitarrista y compositor de la primera hora, Brian James, partió para armar The Lords of the New Church. Si en sus inicios The Damned fue una gran banda, cuando Captain se dispuso a capitanear el barco, se volvieron aún mejores. Fue, sobre todo, por él que incorporaron influencias de la psicodelia de los 60, en particular de su amado Syd Barrett, el rock espacial e incluso el music hall. Pero, aún más, el Captain desplegó su carisma y esa personalidad tan asociable con la fina tradición de anglo-excéntricos a la que pertenecen personajes como el propio Barrett, Julian Cope y Martin Newell (otro amigo de Sensible).
A Captain, el punk le salvó la vida. Y, después, la psicodelia le mostró qué podía hacer con ella.
“Nunca me sentí parte de la sociedad, siempre me sentí excluido, y eso fue lo que me atrajo a la escena punk. En Londres [en 1976], se juntaron los raros y los descontrolados, sabés, y ellos fueron los que formaron todas esas bandas. Seríamos unas 120 personas, no más, que fuimos contra la música del momento, ese country rock progresivo tan aburrido. Nos pusimos a hacer nuestra propia música y, la verdad, fue una sorpresa cuando de pronto eso tuvo éxito y se volvió popular. Yo creía que duraría unas cuantas semanas. Y acá estoy”, dice Sensible, que suele hablar (y escribir en sus redes) con una mezcla de elegancia y comicidad, sin tirar una frase libre de algún concepto, broma o reflexión (generalmente, todo a la vez).
Cuenta la leyenda que Dave Vanian (David Lett, 68 años) trabajaba como sepulturero antes de unirse a las fuerzas de The Damned. Lo cierto es que Vanian ha sido persistente hasta hoy no sólo en la vida del rock and roll, sino también en su pasión por lo oculto, el horror clásico y la ropa oscura, manifiesta desde sus días como empleado fúnebre. Además de protagonizar el encendido de la mecha punk en 1976, el cantante es un involuntario padre fundador del rock gótico, etiqueta de la que, por supuesto, se desentiende, aunque las huellas de su voz, su look y su imaginería lírica estén esparcidas por toda la escena del crimen. En el Zoom con Rolling Stone es amable, pero lacónico y vago, como buen vampiro del siglo XXI. Sonríe ante la caracterización de Captain Sensible de “los años del caos”.
“Guau, en algunos aspectos tiene razón, supongo –dice sin hacerse mucho cargo–. No lo sé, es la definición de Captain. Probablemente se refiera a que éramos algo indómitos. Pero una vez en el estudio, nos concentrábamos en hacer buena música. Los 80 fueron nuestros años más exitosos, desde el principio hasta [el single] ‘Eloise’. Nunca tuvimos problemas para grabar, aunque sí con los sellos. El problema era la maquinaria alrededor de la banda”.
Sobre los discos que impulsan esta gira, Vanian recuerda: “Para Strawberries y The Black Album muchas cosas cambiaron. Por supuesto, en el comienzo The Damned era la banda de Brian James, pero después nos dimos cuenta de que algunos nos estábamos haciendo compositores también. Entonces empezamos a cambiar y la verdad es que eso ya nunca paró. Con cada disco, espero, avanzamos un poco más”.
Para saber quién es Dave Vanian se puede empezar por ver en YouTube la filmación de A Night of a Thousand Vampires, el concierto especial de The Damned, el 28 de octubre de 2019, en el London Palladium. En esa sola e irrepetible velada, el vocalista canalizó muchas de sus fijaciones a través de la puesta en escena cargada, la elección del repertorio más dark y el código de que el público asistiera producido como a una fiesta de Halloween en Transilvania (el propio Vanian arribó a la cita en un carruaje fúnebre y Emily, la hija que tuvo con la ex Sisters of Mercy y Gun Club, Patricia Morrison, tocó el violín).
“Mis intereses a veces son más interiores y melodramáticos, cosas que no entrarían en los shows de The Damned. Por eso este concierto fue un sueño. Espero que haya sido solo uno de varios más, aunque lo de esa noche nunca lo vas a volver a ver. Era algo que quería hacer y logré concretarlo con mucho trabajo y ayuda de un montón de gente. Y el público estuvo fantástico”.
Hay algo desconcertante en la larga relación entre Vanian y Sensible. No sólo a primera vista, sino incluso después de verlos a través de cuarenta años: parecen dos de las personalidades menos compatibles del rock británico. El cómico y el serio; el gótico y el clown; el hiperpolitizado y el vampiro distante. ¿Qué puede haberlos unido por tanto tiempo? “Es la pregunta de los cincuenta millones de dólares –responde Dave, sin responder–. No lo sé. Es algo medio mágico. No siempre nos gusta la misma música, pero cuando coincidimos se produce la química. No podría definirlo. No sé qué es, pero ocurre. Y siempre es interesante”.
Este tour marca el regreso de Rat Scabies, otro original, a la batería, después de 27 años. Para Vanian, girar en el escenario y encontrar a su viejo socio en el arte y en el caos “es maravilloso –reconoce–. The Damned siempre tuvo buenos músicos, me siento afortunado de poder decirlo. Rat probablemente sea el mejor baterista de su generación en Gran Bretaña. Y la verdad que está en muy buena forma”.
En la dinámica de The Damned, Rat Scabies (Christopher Millar, 69 años) se cargó siempre el rol del duro. Es un notable y potente baterista de rock, aunque muchos lo recuerden más por su espectacular capacidad de detonar tambores al término de un show o por colocarse palillos en las fosas nasales. Sin embargo, en la secuencia de Zooms para esta nota, es toda una revelación como el interlocutor más reflexivo y atento de los cuatro.
“Para empezar, está bueno haber vuelto con la banda. Siempre nos llevamos bastante bien y ahora nos llevamos mejor –dice en un tono pausado, diferente del irrefrenable Rat de la Enciclopedia Británica del Punk–. Esta banda es una parte importante de mi vida. Es curioso, esta gira es más importante para mí de lo que creía al principio. Se dio porque alguien hizo una propuesta económica para que nos juntemos y le dijimos que sí. Pero entonces se volvió evidente que esa no era la razón para hacerlo. La razón fue que nos permitía hacer las paces y que el pasado quedara en el pasado, lo cual es muy bueno porque nos recuerda esas cosas que nos hacían reír, sonreír o pensar”.
Uno no estuvo ahí, pero da para sospechar que Scabies habría sido un instigador central de los denominados años del caos. “Romper la batería hoy me parece algo bastante artificial –aclara–. Solía destrozar cosas porque estaba enojado, genuinamente frustrado. Era un chico confundido, supongo. Pero ya no soy ese chico jodido, soy un poco más consciente de lo que hago y por qué lo hago. Y la verdad es que hoy me gusta que mi batería esté en buenas condiciones. Pero el caos no ocurría en el estudio, ¿sí? El caos se producía durante las giras y con la bebida y porque éramos un quilombo, básicamente. Quizás había caos en el estudio también, hasta cierto grado, pero estábamos muy enfocados en experimentar”.
Rat rescata de The Black Album y Strawberries haber llegado a una instancia “en la que no queríamos ser vistos sólo como una banda punk. Queríamos expandirnos. Uno no empieza a hacer música para tocar lo mismo toda la vida. Tocás para crecer, para aprender otras cosas, idealmente cosas mejores. No estábamos muy seguros de cómo el público se tomaría algo como ‘Curtain Call’. Pero lo que hizo que The Damned grabara estos discos fue que cada uno era un torbellino y, a la vez, todos dejábamos nuestros egos fuera del estudio. Nadie era tan rígido ni se ponía en una actitud tipo ‘no, quiero que lo hagamos así porque es mi tema’. Todo el mundo siempre estuvo abierto a las ideas del otro. Si alguien venía con una idea mejor, se usaba”.
Este Rat reflexivo sugiere que los tiempos lejos de The Damned pueden no haber sido sencillos. Para un miembro fundador, ¿cómo habrá sido seguirlos a la distancia? “La verdad, me chupaba un huevo –se sincera–. No había sido nada grave, simplemente no quería seguir, lo cual me hizo bien. Porque al no tener un ingreso terminás haciendo trabajos por necesidad. Debía agarrar cosas para sobrevivir, como fabricar guitarras con cajas de cigarros o escribir un libro sobre el Santo Grial (nota: estos dos últimos datos son verídicos), tocar con bandas con las que no necesariamente tenía ganas. Yo era un bardo y ese período me ayudó a moldear un poco el carácter, supongo. Cuando no tenés plata, tenés que sacar lo mejor de cada situación y decidir qué cosas son importantes y si podés afrontarlas. Y la respuesta termina siendo bastante simple: un lugar donde dormir a salvo, comida y pagar la cuenta de la electricidad. Algo parecido al resto de los animales”.
De este retorno, una de las cosas que más disfruta es tocar con Paul Gray. “Lo increíble es que jamás nos juntamos a ver qué vamos a tocar. Con toda honestidad, nunca lo hicimos. Recién en esta gira nos dimos cuenta de que siempre fue así. Mirá, yo tiendo a observar las manos de la gente. Y en el escenario soy más de mirarle las manos a Captain porque me da una idea de lo que toca, del ritmo, de lo que está por hacer. Pero con Paul no necesito preocuparme porque estamos juntos sin esfuerzo. Si fuera un hippie, diría que es algo hermoso”.
Sin saber lo que dijo Rat unos minutos antes, Paul Gray (nombre real, 66 años) reproduce la misma conversación con el batero y confirma todo. “Yo le decía, ¿viste que nunca nos juntamos para ver qué tocar? Rat es un baterista muy poco convencional. No me mira. Lo mira a Captain, lo cual es raro para una sección rítmica. Por ahí me mira en algunos finales. Pero lo nuestro siempre fue intuitivo y, sin embargo, su manera de tocar y sus fills encajan perfecto con lo mío”.
Gray estuvo en The Damned incluso antes de estar en The Damned. Es una historia conocida por los fans: en la contratapa de la primera tirada del debut de The Damned, el sello Stiff colocó erróneamente una foto de Eddie and the Hot Rods, la banda de Gray, a quien le faltaban tres años para saltar a The Damned. Los ejemplares con la gráfica fallida son un ítem de colección muy valorado.
“Bueno, en realidad, no fue un error –corrige Gray–. Fue algo planeado por Jake Riviera, el dueño de Stiff, y Ed Hollis, manager de los Hot Rods. Ed era un gran coleccionista de discos. Por un tiempo, tuvo una casa rodante sin mucho más que una hornalla para cocinar y miles de vinilos. Podía sacar cualquiera y te decía no sólo quién tocaba, sino el autor de la canción, quién la producía, el ingeniero, el sello y el año de edición. Así que, cuando estaban preparando el arte del LP de The Damned, dijo: ‘Hagamos algo que sea coleccionable. Vamos a poner esta foto de los Hot Rods y a decir que fue un error’. Y hasta este día, casi 50 años después, la gente busca una de esas copias por las que piden no sé cuánto, bastante plata. Lo cierto es que los Hot Rods amábamos a The Damned y ellos nos amaban a nosotros. Así que nos íbamos a ver en vivo mutuamente, nos emborrachábamos y hacíamos quilombo. Mucho respeto y sinergia entre las dos bandas”.
La incorporación de Gray a Eddie and the Hot Rods es otra buena anécdota. Tenía 15 años y el padre lo llevó en coche a la audición. Llegó con su bajo japonés barato en una caja de cartón. “Quería que la tierra me tragara –recuerda–. Había otros tres bajistas mayores que yo con Fenders brillantes en estuches impecables. Los escuchaba tocar desde afuera de la sala y pensaba: ‘Dios, yo no toco así, para nada. ¡No hay manera de que me elijan!’. Nadie me había enseñado cómo debía tocar un bajista; había aprendido solo escuchando a John Entwistle, de los Who, y a Felix Pappalardi, en ese estilo de bajo lead, al frente. Al final, fue mi turno. Normalmente, para tocar, alguien te pasa los acordes y las partes de los temas. Pero acá, el guitarrista lo único que me dijo fue: ‘Está en la y es rápida’. Bueno, sabía dónde estaba el la en el bajo, y el resto lo improvisé. Y les encantó. Desde entonces, ese siempre fue mi estilo. No soy un bajista que se guarde nada, por así decirlo. Sabés, nunca hice buenos coros. Pero mis líneas de bajo se parecen mucho a lo que cantaría si los hiciera”.
Paul grabó con los Hot Rods su disco más trascendente, Do Anything You Wanna Do, un indispensable del pub rock-power pop británico. Pero en 1980 los dejó y se sumó a The Damned en reemplazo de Algy Ward, justo a tiempo para… sí, los años del caos.
A diferencia de Rat Scabies y Dave Vanian, el bajista no cree que Captain Sensible exagere: piensa que se queda corto. “¡Probablemente, Captain esté sub-exagerando (sic)! Era peor. Caos al cuadrado. Caos multiplicado. Éramos un bardo. No sé cómo pudimos hacer ni la mitad de aquellas cosas”, dice Paul, que recuerda algo llamado “Club de las 24 horas”. “Todo lo que pudiera ocurrir en 24 horas, ocurría. Y, a veces, eran 48 también. Lo que siempre me encantó de The Damned desde que los vi la primera vez es que eran lo mismo arriba y abajo del escenario: volátiles, divertidos, intensos. Nunca sabías qué iban a hacer. Todo podía explotar o implosionar en cualquier momento. Así que, sí, los años del caos sería una buena manera de resumirlo”.
Gray acuerda con sus compañeros en eso de que el caos se desplegaba mayormente fuera del estudio, pero señala excepciones no menores. “Una vez estaba durmiendo en el estudio durante la grabación de The Black Album y me desperté a las 5 a.m.. En la sala, había unas campanas tubulares y Captain y Rat las habían sacado al patio y estaban disparándoles con una escopeta para ver cómo sonaban”.
Más allá de los detalles, Gray coincide en que el período de The Black Album a Strawberries fue, además de caótico, tremendamente creativo. “Muchas veces, el caos genera creatividad y, otras veces, la creatividad genera caos. Las sesiones de The Black Album fueron muy intensas. Creo que lo grabamos en dos semanas, con una más para mezclar. Trabajábamos como veinte horas al día, con todo el mundo tirando ideas, Captain más que nadie. Porque éramos muy serios en cuanto a crear el mejor disco y correr los límites. Podíamos probar cualquier instrumento, aunque fuera profundamente antipunk, como un chelo, campanas tubulares, un harpsichord (clave), o grabar la descarga del inodoro y después pasar la cinta al revés. Bastante lejos de lo que podían hacer los Sex Pistols. Gracias a Dios”.
-Esperá, ¿lo del inodoro es una forma de decir?
¡Fue literalmente así! Creo que en Strawberries, en la canción “Don’t Bother Me”. Grabamos el sonido del agua al tirar la cadena y después pasamos la cinta al revés, y eso quedó en el disco. ¡Lo podés escuchar!
(Leé la versión completa de esta nota exclusiva e histórica en el número de febrero de la versión impresa de Rolling Stone)
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