Testigo presencial: el día que Los Bunkers grabaron su MTV Unplugged


Estoy segura de que la mayoría de melómanos que pasaron la década del 90 frente a un televisor, estarán de acuerdo con que el canal MTV fue fundamental en nuestra formación. Quienes tuvimos el privilegio de gozar de la programación que brindaba la televisión por cable de la época, sintonizamos el conocido canal para ver programas como Beavis & Butthead, Headbangers Ball, y la serie estrella: MTV Unplugged, donde desfilaron grandes figuras de la música pop y rock en distintas etapas de sus trayectorias, reimaginando en formato acústico, desenchufado o “unplugged” sus canciones y algunos covers. La performance incluía una escenografía que cada artista debía proponer, ¿quién olvidaría la ambientación que escogió Nirvana para su Unplugged?, la banda tocó entre decenas de lirios, candelabros, velas y una gran lámpara de lágrimas, escenario que Kurt Cobain pidió expresamente a la producción: quiso un ambiente fúnebre para su velorio en vida: se suicidó meses después de la grabación y antes de que el Unplugged fuera liberado, convirtiéndose en el último álbum de Nirvana, y fue lanzado como obra póstuma.


Dos iconos de la música chilena reunidos en un momento que pasará a la historia: Mon Laferte acompañó a Los Bunkers en ‘Quiero dormir cansado’, del mexicano Emmanuel.
Pia Figueroa [Cortesía prensa Los Bunkers]

Son las cuatro de la tarde de un primaveral nueve de octubre del 2024, y en las afueras de la estación televisiva Chilevisión, nos reunimos periodistas, conductores radiales, seguidores de la banda y escritores, para ingresar al estudio donde se grabará por primera vez un MTV Unplugged en Chile. Seremos parte del público que tendrá el honor de ver el concierto en vivo, el tercer registro de un Unplugged chileno, que inició con Los Tres en 1996, para continuar con La Ley en el 2001. 23 años después, Los Bunkers se suman a la acotada lista de bandas chilenas que han tocado en los MTV Unplugged.

Mentalidad televisiva

La matriz de este formato tiene su origen a finales de los 60, cuando Elvis Presley grabó Comeback Special, un concierto íntimo, emitido por la cadena de televisión NBC, el 3 de diciembre de 1968. Rodeado de una audiencia mayoritariamente femenina, ‘El Rey’ cantó y tocó junto a sus músicos canciones de su trayectoria, especialmente aquellas en clave blues. Fue un concierto crucial en su carrera, donde puso a prueba la aceptación del público su versión de cantante, luego de siete años haciendo películas y canciones que no le gustaban. Entre diálogos, bromas y música en vivo, Elvis cortó la cinta inaugural de los conciertos acústicos.

56 años después Los Bunkers marcan un nuevo hito en la segunda etapa de su carrera y de alguna manera también se ponen a prueba frente a la audiencia. A comienzos del 2023, luego de 10 años de receso, volvieron a los escenarios despertado una verdadera Bunkermanía, que los ha llevado a presentarse en los mejores escenarios de España, Colombia, México, Perú y Chile, haciendo shows por todo el país, incluyendo el Festival de Viña del Mar, llenando dos Estadios Nacionales, e incluso tocando en Rapa Nui, isla perteneciente al territorio insular chileno.

Para nadie es un misterio que el mundo, sus habitantes y la música han cambiado de manera global. La televisión por cable fue desplazada por internet, Elvis murió a los 42 años, pero Paul McCartney sigue girando con 82. De hecho, el ex Beatle se encuentra en Chile al momento de la grabación de este concierto y por ahí un colega me dijo que imagina que McCartney podría ser uno de los invitados del show. Me dejó helada. Es una locura, pero coincide con las fechas y Sir Paul es uno de los genuinos referentes del sonido Bunker. Opté por soñar, por creer que era posible que el músico británico apareciera junto a la agrupación chilena.

La jornada inició horas antes, la banda grabó una sección en un escenario al que tuvo acceso público reducido. En ese momento estrenaron la canción ‘El hombre es un continente’ junto al Tacvbo Meme del Real. Mientras tanto, fuera del canal, un grupo de personas esperamos ingresar para ser testigos y parte del programa que vimos por televisión en la adolescencia, época en la que habríamos dado cualquier cosa por estar en el lugar en el que Los Bunkers nos sitúan ahora. Como el público será filmado, debimos ir vestidos según un específico dress code, donde el negro, el marrón, el gris y el verde olivo fueron los colores sugeridos. No se deben usar prendas o joyas brillantes, tampoco logos o estampados vistosos. Una de las restricciones más importantes tiene que ver con el uso del celular: está estrictamente prohibido. Hay que cumplir las normas a cabalidad para que el resultado final esté dentro de los estándares y códigos del programa.

Vestida de negro, espero acceder al canal de televisión donde ocurrirá el hito musical. Un poco más allá, el conductor chileno de radio y televisión Alfredo Lewin también espera ingresar. Su presencia es icónica, él fue uno de los primeros rostros que tuvo MTV cuando extendió su franquicia a Latinoamérica en 1993, momento sumamente importante para la industria de la música latina y de orgullo total para los chilenos, que teníamos a uno de los nuestros conduciendo un programa en el importante canal: Headbangers Ball. Al ingresar al canal, pasamos sin excepción por un riguroso sistema de acreditación. Los celulares son apagados y guardados en una bolsa sellada. Dentro del recinto, gigantografías y letreros indican que llegó un día histórico para el rock chileno y latinoamericano.

La voz de Los Bunkers, Álvaro López, en un momento de gran despliegue.
Pia Figueroa [Cortesía prensa Los Bunkers]

Yo nunca vi televisión

Ya en el canal, me muevo entre la gente, mantengo algunas conversaciones de pasillo, incluso con Alfredo Lewin. Durante la espera debemos despojarnos de chaquetas, mochilas y todo lo que abulte para estar cómodos dentro del set. Mientras avanzo me siento nostálgica, melancólica, cerrando un ciclo por el simple hecho de estar ahí. Recuerdo mi adolescencia, y entre la multitud diviso a la joven que fui. Me acerco silenciosa a mi versión juvenil que observa sentada frente a un televisor un videoclip de ‘Human Behaviour’ de Björk. Tomo el control remoto, se me resbala y cae al suelo. Siento un remezón, una confusión que me desintegra. Me vuelvo pixeles, atravieso la chiclosa pantalla del televisor y camino por una selva de puntos blancos y negros, sorteando líneas de tracking que se mueven en vaivén. Gradualmente, las formas humanas vuelven, con la textura y tonalidad deslavada de las imágenes que reproducían los televisores a tubo de los años 90. Ingreso al estudio donde cuelga una lámpara de lágrimas enorme y celestial, que recuerda a la que coronaba el Unplugged de Nirvana. Saluda al público y entrega coordenadas Pablo Larraín, conocido director de películas como Neruda, El Conde y Spencer, que en esta ocasión dirigirá la grabación del concierto. Me ubican en una gradería. El escenario espera silencioso, los instrumentos y micrófonos están dispuestos para el show. Los rodea desde muy cerca parte del público sentado en almohadones.

Veo a Julio Osses, autor del libro Exijo ser un héroe, una de las primeras biografías sobre el emblemático grupo chileno Los Prisioneros. También encuentro rostros de radio y TV local y a María de los Ángeles Cerda, autora del libro que desmenuza el disco La espada & la pared de Los Tres. La espera sirve para observar detalles de la puesta en escena. Lejos de proponer un escenario glamouroso, el lugar está vestido con sacos de harina o papas, el alimento del pueblo por excelencia.  Están cosidos a mano, unidos unos con otros formando una especie de cueva rústica, un búnker artesanal construido con material reciclado. De esta manera Los Bunkers nos invitan a ser parte de una declaración poética de principios: la música chilena puede estar entre las estrellas y seguir siendo popular, perteneciendo al pueblo.

Cancamusa, la nueva baterista, ha tenido un excepcional desempeño y acogida por parte de los seguidores de la banda.
Pia Figueroa [Cortesía prensa Los Bunkers]

Lo anunciaron por la televisión

Vistiendo trajes en tonos celeste y blanco, ingresan los hermanos Mauricio y Francis Durán, también Álvaro y Gonzalo López. El público los recibe con una ovación. Los acompaña Cancamusa, baterista que ingresó a la banda a principios de año tras la salida de Mauricio Basualto, integrante de la formación original, que salió del grupo durante el desarrollo de la primera etapa de su gira de retorno. Cancamusa ha sido fundamental en el proceso, primero como reemplazo en la emergencia que surgió, pero se ha convertido en una integrante estable, la representante femenina de Los Bunkers que ha destacado por su energía transformadora.

Como es tradición en los Unplugged, se incluyen músicos invitados. Una de ellas es Carmen Ruiz, multi instrumentista mexicana que lucirá sus talentos en el coro, acordeón y teclados. La acompaña el chileno Martín Benavides, que jugará con diferentes accesorios y hará magia con su theremin un poco más tarde. La jornada se mueve entre emociones constantes, se reúnen la nostalgia del pasado con la velocidad del presente. Avanzan las canciones y con ellas las sorpresas, como la aparición de Mon Laferte. El público la aclama mientras ingresa al plató, y junto a Álvaro López se zambullen en una exquisita versión de ‘Quiero dormir cansado’ de Emmanuel. Imagino que versionar a un artista mexicano es una manera de retribuir al país que en ambos casos ha sido crucial para sus desarrollos artísticos.

También somos testigos de un homenaje a Paul McCartney con ‘Let ‘Em In’, en una reinterpretación andina, un sueño altiplánico para una composición que goza de nutrida orquestación, y que en este imaginario desértico se acompaña de quenas y charango. La versión lleva a un nuevo lugar al clásico de 1976, resuelto con prolija ejecución y deslumbrante originalidad. El cover es un indiscutible tributo que la banda quiere perpetuar. Confieso que cuando comenzaron a sonar los acordes de ‘Let ‘Em In’, miré al colega que me había compartido su idea al principio. Sé que por un instante ambos soñamos con la posibilidad de la aparición de Paul, que de alguna manera estuvo presente.

Los Bunkers junto a sus invitados, en un bloque folk de su Unplugged.
Pia Figueroa [Cortesía prensa Los Bunkers]

Cumbia triste

Otra de las grandes sorpresas ocurrió cuando la banda mostró su exploración en una versión cumbiera de su clásico ‘Ven aquí’, donde mostraron su versatilidad instrumental y la capacidad de dar pasos de fe sin amilanarse ante un escenario tan significativo. Veo un gran valor en ese riesgo: una banda que ha dialogado desde su origen con el código sombrío de la música británica, con la trova poética de Silvio Rodríguez y con el discurso social de la Nueva Canción Chilena, desmoronó los pronósticos de lo que podrían hacer en este concierto y apostó por una cumbia, el género latino por excelencia, que se nutre de lenguaje popular y se viste de colores vibrantes para dejarnos a todos tan perplejos como enamorados de esta versión tropical. Además, la guinda de la torta: le cede el micrófono a Cancamusa, a quien por primera vez vemos cantar dentro de un show de Los Bunkers.

Desde el lado interno de la pantalla todo se percibe con una nueva nitidez. Estoy dentro de un paisaje mecánico y eléctrico, donde los cables parecen raíces de colores, y la cúpula del tubo parece un ojo que proyecta imágenes destellantes. Desde ahí descubro cómo las personalidades de todos funcionan sinérgicamente. Cancamusa representa el espíritu del grupo en esta etapa. En cada golpe de tambor remarca que no solo acompaña el ritmo de la banda; también la encamina hacia una nueva era.

Francis es el arquitecto de la precisión, un intelectual creativo que no deja nada al azar, un perfeccionista cuya obsesión por los detalles y habilidad con las ideas lo convierten en el punto de encuentro entre técnica y pasión. Álvaro aporta la cuota de humor en momentos de tensión; es un frontman magnético que conecta con el público íntimamente, su voz es el vehículo idóneo para transmitir las historias y sentimientos de cada canción. La presencia discreta de Gonza mantiene al grupo en su esencia más pura, es el corazón pulsante, el integrante de sonrisa achinada que dialoga en silencio con el público, encarnando el cable a tierra de Los Bunkers. Y por último, Mauri, el estratega musical, un compositor visionario que combina con su guitarra melodías pegajosas con profundidad emocional y relevancia cultural. Es un agente comunicador, un interlocutor entre el interior y exterior de la banda.

Sobredosis de tevé

El tubo de la tele me aspira y de un soplido me retorna al salón. Vuelvo a encontrarme con mi versión juvenil. Ella no me ve ni me escucha; está en otra época, viviendo su momento, formando su oído para lo que vendrá. Recojo el control remoto y aprieto el botón OFF.  En un sacudón vuelvo a salir de la tele, pegajosa por los residuos del cambio de materia. En el mundo real todo se ve colorido y en tres dimensiones. Camino, encuentro a mi amigo Beto Aghemio, director de programación de radio La Clave. Salimos del canal y en espera del Uber que compartiremos, conversamos en torno a lo que acabamos de vivir. Mientras el auto recorre las calles de Santiago, imagino grandes cosas para el grupo: grabando un Tiny Desk, ganando un Grammy, presentándose en Coachella. Pienso que quizás llegue el día en que hagan esa colaboración con Paul McCartney; que hagan un dueto a gritos con Yoko Ono, o que acepten hacer un feat con una banda de cumbia. Todo es posible desde ahora en adelante para Los Bunkers, porque abrazan el momento que todo artista desea vivir: la consagración. Con su MTV Unplugged le están dejando un mensaje a los rockeros del futuro: a principios de siglo una banda chilena nacida en las calles de Talcahuano, cruzó fronteras y dejó un legado indiscutible: el arte de volver a casa sin dejar de mirar al horizonte.

Empezar

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