Rayo (alias Big Buda) presenta ‘El auténtico cabeza’: “Manu Chao es el tipo más rapero que conozco”


Dificil que el Rayo (alias Big Buda) se olvide alguna vez de lo que vivió en las últimas semanas. O, mas bien, de lo que pasó en este 2024, desde que Manu Chao lo convocó como invitado a sus conciertos en el emblemático estadio Obras a mediados de febrero, después de escuchar su disco El último cabeza, por gentileza de su guitarrista Lucky Salvadori. En los camarines, Rayo le contó al autor de “La vida tómbola” que él era nacido y criado en Villa Fiorito, la cuna de Diego Armando Maradona, y lo invitó a conocer el barrio. “Vuelvo de Rosario y voy a visitarte”, dijo Manu. Y cumplió. Cantó más de 20 canciones en el living del a casa de Rayo, con su mamá y algunos amigos del barrio como testigos. Ese fue el comienzo de una maravillosa amistad. 

“Cuando tenía cinco o seis años, mi papá era fanático del chamamé y me llevaba a las peñas. A mí me llamó la atención un grupo que se llamaba Los bolicheros que estaba integrado por Félix y por Pachu, que cantaban canciones de Los Hermanos Barrios, de Facundo Cabral, cantaban canciones tremendas de nuestra cultura y eso a mí me mató, me impactó.  Mi abuelo es entrerriano, es de Santa Elena y fui mucho a la fiesta de la chamarrita”, cuenta el Rayo sobre sus primeros recuerdos musicales. “Y cuando llegó un equipo Aiwa en casa, y pudimos escuchar en CD, desfilaban los discos de Sandro y de Juan Gabriel. Yo era guachín y los veía a mis viejos recontra cebados escuchando esa música, que a  mí también me gustaba. Hasta que un día un vecino me mostró ‘Santifica tus escapularios’, de Daddy Yankee, y me voló el cerebro, porque tenía esa picardía de barrio, esa fuerza callejera, ese idioma nuestro y nuestra forma de vivir en ese momento en la calle. Y cuando lo vi por la televisión chilena en el festival de Viña del Mar haciendo freestyle, me terminó de cerrar todo ese combo. Verlo en ese momento, improvisando con toda la gente alrededor, me transportó a los payadores de chamamé en las peñas de Villa Fiorito.” 

El boricua, que alcanzó uno de los primeros hits globales del reggaetón con “Gasolina” es una pieza clave en el engranaje que transformaron al Rayo en un artista de hip-hop. “La primera vez que viene Daddy Yankee a la Argentina, mi vecino me compra la entrada y, después del show, me llevó a la puerta del hotel NH. Yo no sabía que él era integrante del fans club de Daddy Yankee, que nos recibió en el hotel y se tiró una improvisación delante mío. No me lo olvido nunca más: ‘Vengo a Argentina directo a mostrar lo que pasa en Puerto Rico yendo al Luna Park’ A mí me mató. Al otro día, empecé a rapear y no paré más”. Y así, con la escuela de Puerto Rico como base  (Tempo, Temperamento, Mexicano 777, MC Ceja y el Cangri, Daddy Yankee), Rayo empezó a formarse en el hip-hop. Hasta que, a partir de 8 Mile, la biopic de Eminem, entró en el mundo de las batallas de freestyle.

A los ojos. El Rayo y Manu Chao en la casa natal de Diego Maradona. (Foto: Humphrey Inzillo).

“Me encantó”, dice. Y recuerda que, a los 13 o 14 años, empezó a rastrear competencias similar en Argentina. “Encontré una que se llamaba Halabalusa, en Claypole. Descubrí que acá había gente que hacía eso que yo había visto en la peli y que se juntaba en serio. Halabalusa fue la primera competencia, antes de El quinto escalón, que junto a todos los campeones  y a todos los emergentes del freestyle. Era frente a la Estación de Claypole. De ahí salieron Dtoke, Kódigo, Tata MC… ¡Y yo tuve el honor de pasar por ahí!”.

El Rayo se formó como rapero en la calle. “Fue todo muy orgánico ese proceso. Hacha y tiza. Es como jugar al truco: aprende escuchando y mirando. Así me fui curtiendo. Tuve la fortuna de tener unas batallas muy muy épicas en esos momentos. En el torneo Freestyle Masacre de Rosario llegué a la final, y aunque la perdí con Kódigo, eso me abrió las puertas para entrar a todo el circuito argentino. Al Halabalusa llegué con un nombre, con una medallita. Y con humildad y con picardía, fui haciendo escuchar cada vez más mi voz. Y estar ahí fue vital para la construcción de ese competidor, de ese freestyler. Pude competir contra muchos freestylers  que marcaron la historia del género en nuestro país, y eso me abrió las puertas hasta llegar a El Triángulo Estudio, que es la cuna de la cultura hip-hop en la Argentina. Tuve fortuna”, dice.

A fines de 2023, Rayo lanzó El auténtico cabeza, el álbum que presenta este domingo 10 de noviembre en el mítico Salón Pueyrredón (entradas acá). Un álbum producido por Javier Mattano (ex Mulam, guitarrista de Ana Prada y La Grande) y Emiliano Martínez (El Roble Estudio), que expande el sonido original del hip-hop hacia nuevos horizontes. “Después de lanzar Vi&Gi (2020), nos pusimos en plan de sumar un sonido orgánico. En ese sentido, fue clave conocer a La Grande [el grupo de improvisación por señas creado y dirigido por Santiago Vazquez]. Haberme sumado a la jam de los martes con ellos hizo que incorporara algunos elementos de la improvisación, pero sobre todo hizo que me enamorara de la magia que implica tocar sin siquiera haber ensayado, de mirarse y entenderse con la mirada. La influencia de Santiago, de Javier y de todos los músicos de La Grande está muy presente en el disco. Y yo con ellos estoy eternamente agradecido”.

Rayo llegó por primera vez a La Grande invitado por el beatboxer y DJ Miloo Moya y flasheó. La conexión con Santiago Vazquez fue instantánea, al punto tal que a las dos semanas de haberlo conocido, lo invitó a sumarse a la presentación del grupo en el Lollapalooza. “Yo no tenía idea de qué se trataba, pero si hay un gato maullando y está a tempo, yo rapeo encima de los maullidos, no me importa nada”, sostiene.

Para el show de este domingo, armó un formato acústico con Javier Mattano en la guitarra, Emiliano Martinez en el bajo y Nicolás Calabria en la percusión. Pero también planea un formato soundsystem con Dj Corne en las bandejas.

El Rayo nació en el Hospital Evita, de Lanús, en 1996. En la misma maternidad que 36 años antes había nacido Maradona. “Diego para Fiorito representa el desenlace de la vida en un potrero”, expone Rayo. “En un barrio que es fútbol o fierro (o muerte, o droga, o ir preso), Diego es una alternativa. Hay una capa de fuerza, otra vitalidad. Porque saber que un vecino nuestro logró llegar a lo más alto, ¿Cómo yo no lo voy a poder lograr? Yo tengo el plus maradoniano de ir contra todo. Creo que haber nacido en Fiorito, en el mismo hospital que Diego, recorrer las misma calles y tomarme los mismos colectivos que se tomaba él es la capa de superhéroe que tengo para enfrentarme a la vida”. 

Rayo fue el facilitador del reencuentro cósmico entre Manu Chao y el Diego. “Yo lo ví en su mirada”, asegura. “Se reencontraron. Y eso es alegría. Ese recuerdo, esa epopeya para el barrio, fue histórica. Y fue producto de Diego, una gambeta más. Ese día, cuando llegó al barrio, Manu se sacó las ojotas, tomó contacto con la tierra y se puso a juntar piedritas de recuerdo”. 

A principios de octubre, Manu lo convocó al Rayo para sumarse a la gira junto al guitarrista rosarino Matu Mati por el litoral. Una especie de road movie por Entre Ríos, Corrientes y Posadas, en la que los musicarios sumaron valores como el ascendente cantante y compositor Ilán Amores. “Fue totalmente orgánico, fue totalmente natural. Irse de gira con Manu Chao es irte de gira con alguien que queremos mucho. Una experiencia inolvidable. Y que Manu ahora sea mi amigo, mi ñero, es algo que no dimensiono del todo. Siempre le voy a estar  agradecido por todo. Es un hombre que conecta con toda mi familia, un hombre que conecta con todo mi entorno, sin tener por qué hacerlo”. 

¿La clave de esa amistad con Manu? “Ser reales. Yo creo que ese fue uno de los factores. Desde que llegué por primera vez a Obras, nos miramos a los ojos todo el tiempo. En todo el día no dejamos de mirarnos a los ojos cada vez que hablábamos. Nunca quebramos la mirada,  ninguno de los dos. Me dijo que saliera en ‘Bongo bong’, después en ‘Me gustas tu’. Y ahí seguimos”.  

A lo largo de su carrera, por su flow y también por su carisma, Rayo conectó con una diversidad de artistas asombrosa. Es capaz de improvisar cara a cara con Juana Molina, de pedir en el escenario con Micky Rodríguez que se vuelvan a juntar Los Piojos sobre la base  de “Tan solo” o de rapear en un encuentro con la etóloga nonagenaria Jane Goodall frente a colegas como León Gieco y Lito Vitale. Pero lo de Manu, por la intensidad y la importancia que tiene el autor de “Clandestino” en la banda sonora de su vida, es especial. “Es un ejemplo de conciencia social. Está siempre parado en el mismo lugar que todos los que estamos parados al lado de él. O sea, estar con él es un golpe de esperanza, porque de repente estamos todos abrazados celebrando su música, celebrando su espíritu, celebrando todo lo que nos transmite. Es el más real de todos los reales. Yo soy rapero, vivo el hip-hop y el hip-hop vive lo que canta. Cantamos lo que vivimos. Pero más allá de cualquier etiqueta, Manu Chao es el tipo más rapero que conozco”.



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