Hace diez años que Nick Cave prácticamente no habla con la prensa. Elocuente en el pasado, e incluso bastante aficionado a las charlas informales con los periodistas, el australiano decidió volverse más discreto. Optó entonces por responder directamente a las preguntas de sus fans a través de un fascinante sitio web titulado The Red Hand Files. Se entrega a ello con una enorme sensibilidad y pudor, sin nunca evadir las preguntas más íntimas. Las desapariciones sucesivas de dos de sus hijos hicieron pensar que el hombre nunca volvería a dar entrevistas. Sin embargo, el lanzamiento de Wild God, el nuevo álbum de los Bad Seeds, lo ha visto retomar el ejercicio. Pero no para hacer una campaña de promoción típica.
Como Pete Townshend o Tom Waits, Nick Cave exige tener tiempo con sus interlocutores. No se trata de encadenar entrevistas de 20 minutos de 9 a 19 en un hotel. Nick Cave recibe en el salón privado de un hotel boutique lleno de encanto en Chelsea, Nueva York. Se disculpa por estar terminando sus fish & chips y nos recibe diciendo “tendrán cinco minutos más” con una gran sonrisa. Cabello (demasiado) negro, mirada (muy) azul, traje al tono, Nick Cave está dotado de un carisma sobrenatural. No el del rockstar clásico, que en última instancia es bastante banal. Más bien ese encanto difuso que solo se encuentra en las personas muy inteligentes. Casi como si fuera un sabio. Un sabio travieso. Nunca da lecciones, pero no escatima en consejos, imparte una hermosa lección de vida. Verdadero sobreviviente, Nick Cave ha alcanzado un estatus comparable al de sus grandes predecesores y modelos, desde Johnny Cash hasta Leonard Cohen, pasando por Neil Young y Bob Dylan.
Este nuevo álbum es un gran logro…
Gracias. Las cosas empiezan bien. En general, me gusta que mis discos tengan la capacidad de decepcionar a los verdaderos fans. A muchas personas no les gusta demasiado ese lado sintético de nuestro sonido actual, mientras que yo me alegro.
Su carrera es más que una sucesión de álbumes…
No, de hecho, he constatado que mis canciones responden a la misma visión del mundo, independientemente de su edad. ¡El mundo cambia, pero mis preocupaciones no! Es divertido que sigamos haciendo discos de los Bad Seeds, cuarenta años después del primero. A nuestra edad. Es una trayectoria interesante. Pero seguimos avanzando. Avanzar, eso es lo único que me gusta. Con Wild God, estaba contento de reencontrarme con el grupo completo. Hace varios años que los Bad Seeds no rugían de esa manera: me hacía falta su sonido.
Henry’s Dream es un álbum magnífico, sin embargo.
No lo sé. Me gustan algunas canciones, pero tengo un muy mal recuerdo de esa experiencia.
El texto de “Frogs” termina con una alusión a Kris Kristofferson. ¿Por qué?
Porque es un gran compositor. Me gusta especialmente su canción “Sunday Morning Coming Down”. Una gran canción country que cuenta una especie de descalabro espiritual, realmente increíble. El texto de “Frogs” me valió severas críticas, por otra parte.
¿Está abierto a la interpretación de sus letras?
Sí. Desde que decidí responder directamente a mis fans en el sitio The Red Hand Files, he tenido bastantes discusiones al respecto. Puede ser bastante tenso, a veces. Me interpelaron sobre “Frogs”. Alguien me dijo : “No entendemos nada”. Esa letra es una serie de impresiones, nada más. Estoy bastante contento con eso.
El texto de “Cinnamon Horses” es interesante.
Empieza como una canción de amor clásica y termina casi como una pelea. Hay vampiros blancos, caballos canela, y todo se derrumba brutalmente.
¿No teme decepcionar a los viejos fans?
Algunos habían detestado The Boatman’s Call. “¿Qué es esto?”, se preguntaban. No busco ese tipo de reacciones, pero por otro lado nos permiten renovar el público… Estoy contento de que el grupo sea capaz de renovarse. ¡Es mejor que lo contrario!
Al fundar los Bad Seeds en 1983, ¿cuál era su ambición?
Deseaba escribir canciones atemporales. Hoy estoy orgulloso de constatar que han resistido bien el paso de los años. Por supuesto, cada disco tiene su propia singularidad y el mundo cambia, pero los temas que exploro son más o menos los mismos desde hace 40 años. Eso me estimula mucho. Y también es muy perturbador. A decir verdad, no pensaba que duraríamos tanto tiempo juntos. Pero eso seguramente es así porque he renovado la formación regularmente. Moraleja: ¡para que tu grupo dure, despedí a tus músicos regularmente!
Se ha convertido en un referente, una figura tutelar del rock.
Nunca apunté a un público en particular. Ni siquiera a un público específicamente joven, de hecho. Siempre he producido exactamente la música que quería. Y ahora, que tengo 67 años, eso no va a cambiar. Lo que sí me importa es que los jóvenes vengan a escuchar a los Bad Seeds en concierto, en festivales, por ejemplo. Ellos sienten sin duda toda esa autenticidad que nos diferencia. Los Bad Seeds son la banda menos artificial del mundo. Será que somos capaces de responder a cierta búsqueda de lo sagrado, ¿quién sabe?
Muchas bandas viejas se conforman con repasar el pasado sin proponer nuevas canciones…
Es cierto que puede haber algo un poco sospechoso en el hecho de que sigamos produciendo discos, dada nuestra avanzada edad. Es interesante durar mucho tiempo, siempre y cuando se cambien regularmente las reglas del juego. No llegué al punto de tener que mirar el espejo retrovisor para chequear la receta de las canciones de los Bad Seeds. El día en que eso ocurra, será el momento de parar. Al escuchar, avanzamos tal como somos, con la mayor naturalidad posible. Jamás me sentí atrapado ni forzado por el grupo.
Wild God llega después de una serie de álbumes en los que el grupo estuvo menos presente. ¿De dónde viene este deseo de reencontrarse?
De la falta, seguramente. Fue al grabar Carnage, en dúo con Warren Ellis, que me di cuenta de cuánto valoraba a este grupo y cuánto los había subutilizado en los últimos años. Me preocupaba por ellos, especialmente porque algunos miembros estaban enfermos. Me moría de ganas de volver a verlos en el estudio. Pero no en nombre de la nostalgia. Dejé de lado el elemento rockero. No hay manera de rehacer Dig, Lazarus, Dig!!!, pero quería proponer algo nuevo. Los músicos estaban completamente exaltados cuando se lo conté. Fue muy estimulante. A Warren y mí nos cuesta confiar nuestras composiciones a otros músicos, pero esta vez nos obligamos un poco a hacerlo. Es también por eso que contactamos a Dave Friedman, a quien le confiamos la mezcla. Le dio un poco la espalda a la habitual elegancia refinada del grupo para llevar los niveles a rojo. Y es exactamente lo que necesitábamos.
Wild God es un álbum que te atrapa desde el principio.
Me acordé de los discos que escuchaba de adolescente, de los Moody Blues o de King Crimson. Las partes de cuerdas se reproducen en el mellotron. Es como si hubieran pasado la orquesta por una distorsión. Me encanta.
Hablando de King Crimson, usted colaboró con Robert Fripp, en un remix de su proyecto Grinderman. ¿Por qué?
De joven, admiraba a King Crimson, Pink Floyd y Procol Harum. Robert Fripp siempre ha sido mi guitarrista favorito. Es una personalidad completamente excéntrica que habla de sí mismo en tercera persona. “El guitarrista piensa que le falta algo a esta toma”, dice ese tipo de cosas… Una vez, me lo encontré en un aeropuerto. Llevaba su pasaporte colgado del cuello, con una etiqueta con su nombre, como un nene.
¿No están un poco cansados de que los tomen tan en serio?
Oh, claro que sí. Creo que mis fans subestiman totalmente mi sentido del humor. Pero la lectura de los Red Hand Files debería permitirles formarse una opinión más acorde. Sabés, es una parte esencial de la experiencia Bad Seeds. Desde que abrí este blog, me comunico a fondo con el público. Me tomo el tiempo de contarles lo que intento transmitir en mis textos, lo cual siempre es muy interesante, ¡especialmente para mí! Por mi parte, creo ser un autor bastante gracioso, pero el resto del mundo no está precisamente de acuerdo conmigo.
Ha regresado a Gran Bretaña después de una estancia en Los Ángeles…
Sí. Allí conocí a buenos amigos, personas inteligentes y creativas con quienes nos reuníamos todos los fines de semana alrededor de una buena comida. Valoro mucho el arte de la conversación. La comunicación entre dos personas debe ser una experiencia trascendental. Hoy en día, la idea de debatir dos ideas diferentes parece obsoleta. Es desmoralizante.
Hace treinta años, usted podía ser bastante violento en el escenario. Hoy en día, la gente lo toca como si fuera Jesús.
Con la muerte de mi hijo Arthur me enfrenté a un dilema: o pasaba el resto de mi vida venerando su ausencia o intentaba ver el mundo de otra manera. Es la opción que he elegido. Me di cuenta entonces de que todos estamos en el mismo barco. El mundo tiende hacia lo bello y el amor, aunque a veces no parezca ser así. Nos repiten todo el tiempo que el mundo no está hecho más que de opresión, destrucción y guerra. No digo que Wild God sea un disco alegre, no digo “todo va bien”, pero debemos asegurarnos de dejar abiertas las vías del disfrute.
¿Por qué asistió a la coronación de Carlos III?
Porque me invitaron. ¿Qué habría hecho usted en mi lugar?
Hubiera ido.
Voilà. Algunos me reprochan haber ido y me lo han manifestado con mucha amargura. Hay incluso quienes me han dicho que han vendido mis discos… No sé qué decirles. Vivo en Gran Bretaña desde hace cuarenta años. Soy un inmigrante y adoro Inglaterra, que siempre me ha tratado muy bien. Fui por gratitud. Y, además, se trata de un momento histórico. ¿Quién no iría? Era también para mí la oportunidad de relacionarme con personas con las que tengo pocas posibilidades de encontrarme en mi vida cotidiana.
Nunca ha sido un cantante “comprometido”.
Es así. Miren el repertorio de Nina Simone. Para mí, sus canciones políticas no son las mejores. Se siente esa especie de rabia subyacente, sí. Pero si logra emocionar de manera increíble es solo con su voz.
¡La tensión es fenomenal!
Sí, y eso es exactamente lo que buscamos, tensión. Nos enfrentamos constantemente a la moral más básica: está mal ser racista o sexista; afortunadamente eso constituye una moral universal. Pero eso no significa que tengamos ganas de ver solo obras moralmente aceptables. Lo que busco, en una exposición, es estar en conflicto y en confrontación con lo que me muestran. A los chicos les encanta que les lean las historias más exóticas. ¿En nombre de qué deberíamos perder esa atracción una vez que llegamos a adultos? Racionalizarlo todo, esa sí que es una perspectiva aburrida. El problema fundamental de nuestra época es la ausencia de misterio.
¿Cree que ha llegado a ser como Bob Dylan o Neil Young?
No, en absoluto. Sigo siendo el fan de los Who que compró Live at Leeds a los 12 años. No me siento en absoluto como un miembro de una especie de establishment. ¿Te parece que debería?
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