“Te conocí en una reunión en la casa de Lito [Vitale] y me llamó mucho la atención tu improvisación porque era muy verdadera, porque mencionabas a todos los artistas que estábamos ahí… ¡Me pareciste muy bueno! ¡Me encantó!”, le dice León Gieco a Rayo (Alias Big Buda), el ascendente rapero de Villa Fiorito que durante noviembre giró junto a Manu Chao por Entre Ríos, Corrientes y Posadas (también lo recibió en su barrio para cantar en la casa natal de Diego Armando Maradona), que pedía en sus rimas por el regreso de Los Piojos como invitado en los shows del bajista Micky Rodríguez y que los martes suele sumarse a las jams de La Grande, el combo de improvisación dirigido por Santiago Vázquez. La noche anterior, León cantó en Obras con Dancing Mood una versión de “Hombres de hierro”, y en camarines se sacó una foto con el trompetista Hugo Lobo, el hijo de Rubén Lobo, el percusionista con quien tocó en los 80. Es un sábado a la mañana y, convocados por ROLLING STONE, los artistas conversan en Swing City, la coqueta escuela de baile y club del jazz del barrio porteño de Villa Crespo. Evocan su primer encuentro, que ocurrió hace unos meses, en el agasajo que un grupo de artistas argentinos le hicieron a la etóloga (y Mensajera de la Paz de la ONU) Jane Goodall, en la casona de la familia Vitale, durante su visita en agosto de 2024. “Ese día tuve una mezcla de sensaciones increíbles. Y me llevé a casa la lámina autografiada por todos los artistas, que para mi familia es como el título del secundario”, confiesa Rayo.
Gieco: Siempre creí que la gente tiraba los autógrafos. Que te lo pedían y después lo dejaban tirado, lo abandonaban. Hasta que un día le pedí un autógrafo a Bob Dylan y y me lo dio. Me lo dio en circunstancias bastante buenas, porque el tipo jamás firma un autógrafo.
Rayo: ¿Cómo fue eso?
Gieco: Yo lo vi a Dylan acá, en los dos o tres conciertos que hizo en Obras Sanitarias en 1990. Y después se iba a tocar Uruguay. Y el que organizaba el show en Uruguay era mi manager Pity Iñurrigarro. Por eso pude estar en el backstage. Y en un momento sale Dylan del camarín, con una taza. Yo pensaba que era té. Lo llaman para subir al escenario y me pasa la taza: no era té, ¡era ron! Cuando termina el concierto, me voy para el hotel y Pity me dice que los productores locales iban a comer en el mismo restaurante que Bob Dylan y sus músicos. No lo dudé y me tomé un taxi. Me senté muy cerca de Dylan. Le había llevado dos casetes que había grabado en vivo con Pete Seeger, y cuando se levantó, después de tomarse dos botellas de vino español, se los acerqué. Cuando los vio, me dijo “hola” y se tocó los bolsillos. Yo dije “ojalá tenga una armónica” [risas], pero buscaba una lapicera. Agarró una servilleta de papel y la firmó. Pero se quedó disconforme con eso, así que buscó a su mánager y le sacó el prendedor, una armónica chiquita que decía Bob Dylan. Me lo regaló y se fue. Por supuesto, al autógrafo lo tengo en un cuadro y a la armónica en un medallero.
Rayo: Claro, es uno de esos tesoros de la vida… ¡Qué valioso! Como para mí es el “¡Sos Capo!”, de León Gieco. Yo lo sentí muy genuino, muy real.
Gieco: Es que la foto yo te la iba a firmar igual, pero de verdad me encantó lo que hiciste, me llamó mucho la atención. Y cuando estuvimos con Mollo y con Manu Chao en el estadio de Argentinos Juniors, Manu me dijo que te llevaba de gira y dije: “Uy, ¡qué bueno! Yo estuve con él…”. Me pareció genial. ¿Y vos cómo empezaste?
Rayo: Antes del hip-hop, mi papá me llevaba a las peñas folclóricas. Cuando era chico, me pasó algo con la letra de una canción, que no recuerdo de quién es: “Abre la puerta y entra a mi hogar, amigo mío que hay un lugar…”. A lo mejor usted se acuerda…
Gieco: Sí, ¡es de Peteco Carabajal! Y del tío del Peteco…
Rayo: Bueno, ese fue el tema que a mí me abrazó. Yo iba a las peñas, y ahí descubrí las rimas y el contrapunto, porque entre que cambiaban los músicos, en los interludios, siempre había una guitarra, un micrófono y una payada. ¡Y eso a mí me volvía loco!
Gieco: ¡Los payadores son increíbles!
Rayo: Teniendo yo esa conexión con los payadores, el vecino de enfrente de mi casa me trae un CD de un artista que se llama Daddy Yankee. Y el tipo improvisaba en vivo. Eso a mí me explotó la cabeza. Porque si bien los payadores me encantaban porque improvisaban en el momento, este tipo iba a una velocidad mental un poquito más arraigada de lo que es el hip-hop, el rap y esos sonidos. Me llamaba la atención cómo podía improvisar con todo lo que estaba pasando. Y así empecé a hacer mis rimas básicas: “Vengo con destreza, con el vaso arriba de la mesa”. Cositas básicas como para ir destrabando la lengua. Y después me llega una película, 8 Millas, que mostraba el mundo de las batallas de rap. Y yo veía que eso era igual a lo que pasaba con los payadores de la peña folclórica: era uno contra otro, pero con el lunfardo que manejábamos nosotros, los guachos, los jóvenes. Eso me voló la cabeza, y quise entrar a ese mundo.
León: ¿Y cómo fue?
Rayo: Entré de lleno y empecé a ir a las batallas de freestyle, en las plazas, donde hacíamos nada más que beatbox y rap. Y ahí nos explayábamos y nos medíamos en el contrapunto. Era como una pelea de ideas.
León: ¿Y vos conocés la parte anterior a todo eso? ¿Viste a los chabones que en Estados Unidos andaban con el grabador Ghetto Blaster al hombro?
Rayo: ¡El Boombox! Como nerd y erudito del hip-hop, traté de ver, estudiar e informarme. Yo vivo en la cultura hip-hop. No es que yo canto hip-hop nada más…
León: Por supuesto. Si vos componés, es porque vivís la cultura hip-hop. No hay otra vuelta. O sea, más original que eso no existe…
Rayo: ¡Qué honor que me diga eso usted, Maestro!
León: Es que yo también viví eso. Con esas palabras que empezaste a hacer, escuchando a Daddy Yankee, es como que destapaste una olla que después salió de ahí adentro un guiso que te lo encargo…
Rayo: Es un guiso gigante que hasta el día de hoy lo pruebo y me encanta.
León: Yo también vivo lo que canto. Yo tenía 15 años y mi viejo y mi vieja hacían de morfar en un restaurante de un club, medio pobretón. Estábamos pobretones. Entonces yo iba con una bicicleta con un canasto adelante a buscar las verduras: tomate y lechuga, esas cosas. Y cuando estaba volviendo de la verdulería escucho por la propagadora, o propaladora, que en los pueblos era una columna muy alta, con bocinas arriba, donde pasan las propagandas de los negocios del pueblo y también música. Entonces, yo venía andando en bicicleta y escuché una canción que me obligó a pararme. Como te pasó a vos. Me obligó a parar la bicicleta y a escucharla, loco. Era una canción cantada en inglés, pero era tan linda que paré a escucharla. La escuché toda y seguí.
Rayo: ¿Y cuál era la canción?
León: De eso me enteré mucho más adelante. Porque de aquel momento en que la escuché en el pueblo pasaron por lo menos cinco años. En el medio, me vengo a Buenos Aires con un amigo, a vivir a una pensión que quedaba en Moreno y Defensa.
Rayo: De Santa Fe directo a una pensión…
León: En el año 70, llegar desde Cañada Rosquín, un pueblo del interior de Santa Fe, no era sencillo. No es que te tomabas un micro y estabas en Retiro. Para nada. Había que tomarse un tren hasta Rosario, después tomarse otro tren de Rosario a Buenos Aires, y llegar y conocer. Nosotros no conocíamos Buenos Aires. Teníamos, más o menos, un camino marcado: primero, teníamos que ir al Colegio Nacional de Buenos Aires y preguntarle a los pibes a la salida de las clases dónde había pensiones, porque era un lugar donde paraban estudiantes. Y, bueno, la primera que conseguimos quedaba en Moreno y Defensa. Entramos ahí con el bajista del grupo de rock que teníamos en el pueblo, Horacio Fumero, que pronto se compró un contrabajo y se dedicó al jazz. Cuestión, entonces, que cinco años después de la anécdota en el pueblo, voy andando por la avenida Rivadavia y escucho la misma canción. Se me puso la piel de gallina y pensé: “Esta es la oportunidad de saber quiénes son y comprármela”. Entonces entro y le digo al vendedor: “¡Quiero comprar esa canción”. El tipo me dice: “Bueno, es un simple…”. ¿Vos conociste los discos simples?
Rayo: ¿Eran los disquitos chiquitos de vinilo?
León: Exacto. Traían uno o dos temas por cada lado. Me muestra el disco y veo que era de The Byrds. Y después, me enteré de que David Crosby, de Crosby, Stills & Nash que yo adoro las voces que hacen ellos, estaba en el grupo, en los Byrds. Bueno, cuestión que me lo llevo a mi casa. Bah, a la pensión. Teníamos un Winco. ¿Vos sabés lo que es un Winco?
Rayo: ¿Un tocadiscos?
León: Exacto. Un aparato con cuatro parlantes que lo conectás a la electricidad, o puede ser con pilas también. Ponés la púa arriba del long play y lo podés escuchar acá, en el campo, en cualquier lado… Nos habían regalado un Wincofón, y lo pongo ahí. Y lo escucho, lo escucho y lo escucho… Y digo: “Esto es impresionante”. Entonces vuelvo a la misma disquería y le pido al mismo tipo que me dé más discos de ese grupo. Antes, los que vendían discos sabían lo que vendían. Después, vino una etapa en la que vos le pedías un disco del brasileño Tom Jobim y te traían un disco de Bon Jovi.
Rayo: ¡Total! Empezó a ser más una fabriquita…
León: Exacto. Pero en ese momento los tipos sabían vender. Así que le digo: “Dame más material de este grupo”. Y él me dijo: “No tengo más, sólo tengo el simple. Pero tengo un long play del autor de la canción”. Y yo le digo: “¡Dámelo ya!”. Cuestión que agarro el disco y veo que se llama The Freewheelin’ Bob Dylan. Llegué al cuarto y lo pongo. Empiezo a escucharlo y era un disco en que estaba él solo, con la guitarra y la armónica. Estaba, por ejemplo, “Blowin’ in the Wind”, que la tocaba con la armónica. Yo dije: “Tocará la guitarra y cantará, y después le pone la armónica”. ¡Mirá la historia de mi primera canción! Claudio Gabis, que era el guitarrista del grupo Manal, el primer power trío que hubo acá, se había separado del grupo. Le gustaba mucho el jazz, e iba a escuchar a un tipo que se llamaba Gustavo Kerestezachi, que era un loco que mezclaba el jazz con la música del norte de Argentina. ¡Un loco! Pero era impresionante. Y ahí ya tocaba mi amigo, Horacio Fumero. Entonces, Gabis quería armar un grupo medio raro y lo buscó a Horacio, que después se fue a vivir a España y tocó con Tete Montoliú, tocó con Serrat, tocó con varios… ¡Es un gran bajista!
Rayo: ¡Qué impresionante!
León: Entonces, Horacio me dice: “Mañana viene Claudio Gabis acá a la pensión”. “¿Claudio Gabis? ¿El de Manal?”, le digo yo. “Sí, viene para ensayar un par de temas porque quiere que toque en el grupo que está armando”. Yo no lo podía creer, estaba emocionado, porque yo lo veía en las fotos de la revista Pinap, o en la Pelo, en mi pueblo.
Rayo: ¿Llegaban a tu pueblo?
León: No, las mandábamos a pedir a Rosario. No llegaban. Pero le pedíamos a un comisionista que nos trajera un disco de rock y la revista Pinap. Entonces, viene Claudio Gabis y yo no sabía qué decir. Ellos hablaban del grupo, que iba a tener un flautista y un baterista… Y en una de esas Horacio se va al baño y yo no sabía qué decir. Era un cuarto con dos camas, en una pensión. Era un momento tenso, y Gabis rompió el hielo: “¿Y vos qué hacés?”. Ahí le conté que cantaba, que me gustaba la música. “¿Y qué te gusta?”, me preguntó Gabis. Y yo le dije: “Bob Dylan”. Hacía un día que me había comprado el disco [risas]. Y me dice: “¡Pero es impresionante que te guste Bob Dylan!”. Entonces ahí le agradecí y aproveché para preguntarle cómo hacía Dylan para cantar, tocar la guitarra y la armónica. Y Gabis me contó que usaba un atril en el cuello para tocar la armónica. Y me ofreció traerme uno a la pensión. Así que al día siguiente cayó Gabis con el atril y una armónica que estaba en el mismo tono que “Blowin’ in the Wind”. En la mayor. Así que toqué arriba de Dylan y así salió “Hombres de hierro”, mi primera canción, totalmente afanada de Dylan.
Rayo: ¿Y qué sentiste cuando terminaste tu primera canción?
León: Me dio tanta energía que me puse a dar vueltas alrededor de la manzana. Dije: “¡Compuse una canción!”, que es lo que yo quería. Y a partir de esa canción se abrió esa olla. Y ahora tengo 400 canciones compuestas.
Rayo: Es tremendo. Yo recién le contaba mis comienzos en el barrio, con la peña folclórica. Y yo pensaba que es tremendo que a usted le haya hecho el clic una canción del grupo los Byrds, en inglés, y que cinco años después la vuelve a escuchar en la avenida Rivadavia… Creo que la mente, nuestro inconsciente, la reconoce y se nos pone la piel de gallina.
León: Tal cual, a mí se me puso la piel de gallina. Y me hizo acordar a cuando yo me paré con la bicicleta, con las lechugas y los tomates, y la escuché en la propaladora. El tipo ponía buena música, pero de vez en cuando también metía un par de cumbias. Como el personaje de Capusotto, que parece intelectual y de repente salta con cualquiera… [risas]. Y se ve que el tipo lo había traído de Rosario. Yo, por ejemplo, al comisionista le pedí una vez un disco de Creedence Clearwater Revival, y me trajo The Spencer Davis Group. ¡Cualquiera! Pero resulta que ahí cantaba un chaboncito, que en ese momento tenía 15 años, que era Steve Winwood. Y resulta que el tipo ahora es un héroe de la música. Tocó con Eric Clapton, con James Taylor, en un montón de bandas… Es un dios total, un divino total…
Rayo: Maestro, ¿usted charló con Paul McCartney?
León: No, con Paul nunca. Tuve un encuentro con otros grossos. Con Peter Gabriel, charlé. Le regalé un charango, me invitó al camarín, tomamos un par de Jack Daniel’s. Y hablamos. También hablé con Sting. Y con Bruce Springsteen no hablé, pero me acuerdo que en Amnesty, cuando tocamos en 1988, que acá tocamos con Charly y ellos eran Peter Gabriel, Springsteen, Tracy Chapman y Youssou N’Dour. Ese era el staff. Y me acuerdo de que lo vi a Bruce Springsteen sacándome fotos. Y yo cantaba: “Sólo le pido a Dios”. Esa fue la única canción que yo canté. Y Charly, como estaba zarpado, tenía que cantar una y cantó cinco [risas].
Rayo: ¡Charly es Charly!
León: Yo no podía creer que Bruce me estuviera sacando fotos. Pero lo más loco es que pasaron como treinta años, y cuando vino acá, saludó a Chile con un tema de Víctor Jara y saludó a Argentina con un tema que no dijo de quién era. Yo creo que él se cree que la compuso Mercedes Sosa, porque debe haberla escuchado cantada por ella. Pero justo fue la canción que yo canté en Amnesty, cuando él me estaba sacando fotos. Y hace una versión insuperable, mucho mejor que la mía.
Rayo: ¡Me muero!
León: De las mías, la que está buena es la primera versión que grabé con [el bandoneonista] Dino Saluzzi. ¡Esa está buena! Y yo no la iba a poner en el disco…
Rayo: En el mundo del rap, del hip-hop, cuando pasan estos hechos, cuando alguien que nosotros admiramos y respetamos, reconoce la habilidad o la disciplina del otro, se dice: “Real reconoce real”. Y yo creo que lo que le pasó a usted con Bruce Springsteen fue una cosa tremenda, que amerita el “real reconoce real”.
León: Yo creo que las cosas llegan, de alguna forma u otra. Y ahora que están todos los raperos y los traperos tocando y llenando estadios en Estados Unidos, en Europa, yo dije: “Era hora, loco. ¡Era ahora!”. Nosotros siempre vimos que los estadios los llenaban los de afuera. Y ahora Duki va allá y llena estadios en Barcelona, en Madrid, en Alemania, en Italia. Y me parece genial. Y a vos también te va a pasar lo mismo.
Rayo: Dios quiera. Estamos trabajando para que la cultura hip-hop esté siempre ahí, dando el presente. Como recién usted me dijo, contamos la verdad. ¿Siente que hay algo de rap en todo lo que usted vivió?
León: Absolutamente. Yo lo escuché. Yo escuché el rap ni bien salió. De hecho fui uno de los primeros raperos.
Rayo: ¡Los Salieris de Charly!
León: Un chabón de la prensa me puso que era un “rap agropecuario”. No sé quién era, pero a mí me encantó. Es verdad, es un rap agropecuario. Yo soy del campo…
Rayo: ¡No hay nada más original y auténtico que eso!
León: La gente no entiende por qué le puse “Los Salieris de Charly”.
Rayo: ¿Y por qué fue?
León: Yo fui a ver Amadeus, la película de Milos Forman, un director impresionante, que cuenta la historia de Mozart. Entonces lo dibujó a Mozart como un genio, que lo era. Y a un tipo que había ahí, que laburaba en la corte, que tenía plata y que tocaba bien… Salieri. Salieri tocaba bien, les enseñaba a los príncipes a tocar, qué sé yo… Pero cada vez que Mozart tocaba, el tipo se escondía detrás de una cortina, lo miraba y le envidiaba la calidad que tenía Mozart. Entonces, cuando salgo de ver la peli, tenía un reportaje con un chabón y en un momento hablamos de Charly y yo le digo: “Sí, nosotros somos como los Salieris de Charly”. El tipo no entendía nada, entonces le expliqué que acababa de ver una película en la que Salieri le tiene envidia a Mozart. Y que nosotros le envidiamos a Charly.
Rayo: Es que la calidad musical de Charly es impresionante…
León: Es un infierno Charly. Yo lo conozco desde sus comienzos y desde ese momento ya era un genio.
Rayo: Y usted lo reivindica todo el tiempo…
León: Somos de la misma edad y somos del mismo signo chino. Somos los dos gatos de metal. Y somos los dos escorpianos. Pero yo soy de los últimos días de Escorpio y él es del primero, cuando termina Libra. Y yo estuve estudiando eso… Los hombres de Libra son un bardo, hacen bardo. Y los de Escorpio van al frente. Y Charly es eso: un bardero que va para el frente.
Rayo: Se puede decir que los dos son de la misma aldea, pero que uno vive más cerca del río…
León: Exactamente. Pero cuando nos conocimos con Charly, fue desde la primera hora. Gustavo Santaolalla tenía un grupo que se llamaba Arco Iris, y tenía una canción muy famosa que se llamaba “Mañana campestre”. Y yo conseguí ir a estudiar con él. Porque aparte yo trabajaba en Entel, escribiendo a máquina. Yo escribía télex.
Rayo: ¿Qué era el télex?
León: Una máquina de escribir de la que sale una cinta a un costado con agujeritos. Mandás el mensaje y le mandás la cinta. Es como un fax, pero mucho antes. Por eso yo siempre jodo y digo que yo chateé con Perón.
Rayo: ¿En serio?
León: Antes de las elecciones de 1972, [Héctor José] Cámpora venía a pasarle mensajes a Perón, que estaba en Madrid. Como era muy rápido para escribir, me elegía a mí. “Raulito”, me decía. Y me pasaba los mensajes, y yo escribía. Y se quedaban “hablando” desde esa máquina. Entonces, yo escribía y, por eso, puedo decir que chateaba con Perón. Ahí en Corrientes y Maipú, en el subsuelo, escuché en la radio que los Arco Iris enseñaban sus instrumentos. Así decidí tomar clases con Gustavo Santaolalla. Cuando le mostré las canciones que yo estaba componiendo, me dice Gustavo: “¡Vamos a hacer un disco!”. Así que la primera producción de Gustavo Santaolalla fue mi primer disco.
Rayo: ¡Qué debut para ambos!
León: Más para él, porque él era famoso y a mí no me conocía nadie. Cuestión que estaba por salir mi disco. Ya vivíamos en un departamento, teníamos un par de mangos y nos habíamos ido de la pensión. Yo me tomo un taxi, para no llegar tarde al trabajo, y mientras estaba en el taxi suena “En el país de la libertad” [León toca y canta el tema].
Rayo: Ese tema forma parte de la biblioteca de sonidos de mi familia. Cada vez que usted agarra la guitarra, me traslada a esos momentos con la familia, que es la idea de la música. ¿Y usted piensa que la música es para despertar una conciencia social o para invitar a combatir las cosas que están mal del sistema?
León: Creo que es para las dos cosas. No creo que consigamos demasiadas cosas, pero si no luchamos, es peor. Entonces, conviene luchar. Además, las canciones que hablan de luchas son atemporales. Cuando vos hacés una canción que es banal, que habla de un amor, se van. Las únicas que quedaron son las de los Beatles. Ellos salieron en un momento justo, en el momento de ellos. Y se combinaron varias cosas. No es solamente que vos hayas creado algo. Vos creás algo, y en el momento que vos estás creando pasan otras cosas que apoyan eso. Por ejemplo, ellos se dejaron el pelo largo, y les sumó todo el público femenino. Porque el rock era netamente masculino. Cuando ellos llegan por primera vez a Nueva York, fijate que en el aeropuerto los van a recibir y son todas minas.
Rayo: Por el furor ese del pelo largo…
León: Cada uno es libre de hacer lo que quiera y no voy a juzgar a nadie. Pero creo que la canción contestataria, la canción social, la gente la toma y se hace bastante atemporal. Todas mis canciones siempre tienen algo de social, casi todas. Y todas terminan con alguna cosa de esperanza, aunque sabemos que los sueños se van a cumplir en un 5 %. Como dijo hace poco Joan Baez, que fue la mujer de Bob Dylan durante cinco años, “nuestros sueños no fueron cumplidos”. Y tiene razón. Ella es una combatiente: ella fue a encontrarse con los vietnamitas, que eran a los que combatían a su propio pueblo. Y eso casi le costó tener que irse del país. Es una luchadora de aquellas. Y ella dice: “Nuestros sueños no se cumplieron en su totalidad, se cumplieron en un 5%”. Pero yo creo que si no hubiera estado Joan Baez, Estados Unidos hubiese sido algo peor.
Rayo: Ellos habrán hecho muchas acciones sociales, pero, Maestro, usted entra a tocar a las villas…
León: Sí, pero ellos también. Joan Baez… Yo traje a tocar a Pete Seeger. Pete Seeger era amigo de Woody Guthrie, un folk singer. Dylan, cuando va a Nueva York, se entera de que está enfermo en un hospital, y va a verlo a la habitación y le canta canciones. Dylan tenía 18 años y le cantaba canciones… Y Woody Guthrie, con Pete Seeger, se tomaban el tren y se iban a cantar a las fábricas para que los empleados se sindicaran. “Si ustedes se sindican, si echan a tres, todo el sindicato puede luchar para que esos tres sean reincorporados”, les decían. Bueno, se ligaron palos de la policía y en la época de McCarthy, que era un senador americano superrepresor, superanticomunista, le ponían una cámara enorme a Pete Seeger cuando tocaba. Pete Seeger era un tipo que hacía canción social, metido con la lucha problemática de Latinoamérica.
Rayo: ¿A quién le hace acordar?
León: Y… Me hace acordar a mí (risas). ¡Por eso lo traje a tocar al teatro Ópera!
Rayo: ¡Qué loco el espejo! Maestro, déjeme decirle algo. ¡Qué huevos!
León: Bueno, ¡como vos!
Rayo: De corazón se lo digo. Ni me imagino, las razias y todas esas cosas…
León: Bueno, yo estuve cuatro veces preso y me tuve que exiliar como dos años por cantar estas canciones. O sea, que tiene sus resultados… positivos. Porque me enseñaron a viajar y me enseñaron a decir “si estos tipos me prohíben es porque estoy en el buen camino”. Ahora, tenemos la suerte de estar en democracia. Porque a veces la gente dice: “Este gobierno es como la dictadura militar”. Y no, no es así. Porque en la dictadura militar tu vida dependía de ellos. Si a ellos se les cantaba, te pegaron un balazo en la cabeza y se acaba todo. No hubo cosa peor que esa.
Rayo: Claro…
León: Pero te estaba contando lo de Charly… Entonces, cuando me tomo el taxi porque llegaba tarde al trabajo, en Callao y Corrientes me escucho, estaban pasando “En el país de la libertad” y digo “uy, salió el disco”. Porque el disco ya lo tenía [el sello] Music Hall, pero tenía que salir…
Rayo: ¿Y no le avisaban?
León: No, salía… Es un disco que fue rechazado en la RCA y fue rechazado en EMI Odeon, por ser una música de protesta. Así se llamaba en ese momento. Entonces, había un chabón en Music Hall que le encantó y lo metió en la propaganda de un disco de Led Zeppelin y otros más. Y metió al mío también. Y se ve que a alguno le gustó “El país de la libertad”. Y yo estaba en el taxi y, cuando la escuché, me agarró una impresión tan grande que le dije al taxista: “Pare acá”. Estaba en Corrientes y Callao, le pagué y nunca más fui a laburar a Entel. Empecé a caminar, a recorrer disquerías a ver si había salido el disco, pero todavía no había salido. Y cuando doy la vuelta, me lo encuentro a Charly en el bar La Paz [en la esquina de Corrientes y Montevideo]. Nadie lo conocía en ese momento. Bueno, nadie nos conocía. Y le digo a Charly: “No sabés lo que me acaba de pasar, estaba en el taxi y me escucho, loco, pasaron mi canción”. Y Charly me dice: “¡Qué bien!”, y del
morral saca un disco, y mientras me lo muestra me dice: “El mío ya salió”. ¡Supercagador el chabón! [risas]. ¡Siempre fue un cagador!
Rayo: ¡Qué lindo que es!
León: Yo me acuerdo de una imagen que sería irrepetible. Nito [Mestre] y yo, con un balde con engrudo y una brocha, pegando en los postes de luz los afiches de PorSuiGieco. Y de la otra mano de la vereda, Raúl Porchetto y Charly, también con un balde con engrudo, poniendo ellos también unos afiches. ¡No nos conocía nadie! Y estábamos por hacer un disco de los más vendidos en la historia del rock, casi nunca lo tocamos. Hicimos tres actuaciones, nada más. Esa vez llenamos el Auditorio Kraft, que quedaba en la calle Florida. Eran apenas 200 personas, pero lo llenamos.
Rayo: ¡Qué increíble!
León: Charly siempre fue una estrella. Cuando arranqué, hacíamos con el dúo Miguel y Eugenio unos conciertos en un teatrito del sindicato de Luz y Fuerza. Teníamos que conseguir un telonero y me sugirieron a Sui Generis. Así que me contacté con el manager de ellos, el Gordo Pierre [Pierre Bayona] para que toquen. Era un concierto para quince personas, y Charly se negaba a tocar primero. Discutíamos quién iba a ser el número de cierre. ¿Sabés qué hizo Charly? Se escondió en un bar, para asegurarse el cierre del show… ¡Para quince personas! Pero, la verdad, tenía elementos para hacerlo. Porque cuando se subió finalmente a tocar, tocaba el piano a lo Jerry Lee Lewis, ¡hasta con los pies! En eso viene el dueño del teatro y me dice: “Sacá a este hijo de puta, porque lo voy a matar”. Y yo le dije: “¿Cómo lo voy a sacar? ¿No ves lo que está haciendo? ¡Es un genio!”.
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