Los que pueden, pueden. Paco Amoroso y Ca7triel están subidos a los hombros de dos fisicoculturistas que parecen la versión siglo XXI de Charles Atlas, el forzudo que promocionaba su método para dejar de ser un alfeñique de 44 kilos en las revistas de historietas mexicanas de Editorial Novaro. Dice Paco Amoroso que se está haciendo de noche, que es la noche más emotiva de nuestras vidas y que para coronar el momento precisan, él y Ca7riel, que prendamos las linternas de nuestros teléfonos celulares para acompañarlos en la canción más emotiva de su repertorio. La constelación se extiende desde las vallas hasta un fondo que no parece tener fin. Y Paco arranca a cantar “Una vez más, borracho un domingo…”, los primeros versos de “Pirlo”, la canción de Baño María (2024), que tiene al exfutbolista y director técnico italiano Andrea Pirlo como telón de fondo de un desengaño amoroso.
Todo eso ocurre a la mitad de un concierto que, a esas alturas, ya tiene estatus de histórico. Sin dudas, entran en el podio de los más impactantes en los diez años que Lollapalooza celebra en Argentina. Dos inflables reproducen los rostros XL de los cantantes, que dominan la escena con una pregnancia dogmática y destino de clásico.
El tema inicial es “Dumbai”, el que abre el Tiny Desk, esas seis canciones que con el emblemático formato de NPR como plataforma, le dieron proyección global a uno de los proyectos más originales de la escena argentina en muchísimos años. La dinámica multitarget que, arreglos jazzísticos mediante, encontraron en esas versiones, se reproduce aquí en espectadores de todas las edades, de los niños a los veteranos, y colegas como Catriel Ciavarella, baterista de Divididos, y Emiliano Brancciari, guitarrista y cantante de No Te Va Gustar, que confluyen frente al escenario Samsung.
Paco y Ca7riel arrancaron cantando sentados, en un escenario dentro del mismo escenario, que reproduce en formato XL uno de los envases que condensan la Papota, esos preparado de esteroides anabólicos para aumentar la masa muscular, y que le da nombre a su flamante EP.
La atmósfera funky, con una de las backing bands más ajustadas de las que la escena local tenga memoria, es una pista de despegue. Los arreglos de vientos ostentan un grado de sutileza pocas veces visto en un festival de esta magnitud. La banda estable, con Javier Burin (una de las revelaciones de la escena jazzística de los últimos años) en el teclado, Felipe Brandy en el bajo y Eduardo Giardina en la batería son mucho más que un elemento decorativo. Son parte sustancial de la solvencia que ostenta el proyecto.
Las pantallas subtitulan las canciones en inglés y, en alguna ocasión, en japonés. No es un gesto snob, es la proyección global en tiempo real del grupo que será el único representante argentino en el Lollapalooza de Chicago y que aseguró su presentación en el Fuji Rock de Japón a mediados de año.
Paco y Ca7riel derrochan virtuosismo sin perder ni un poco de onda. Ca7riel es capaz de solear y cantar el solo de su guitarra al unísono con la voz (ese recurso que inauguró en el bajo el legendario Slam Stewart en los años 30 del siglo pasado), y ostenta una capacidad histriónica con su rostro que recuerda a otra leyenda, Screamin’ Jay Hawkins, el cantante y actor, autor de “I Put a Spell On You”. Paco derrocha carisma: lo de Amoroso parece más que un nombre artístico.
Los recursos visuales van de la mano del despliegue de musicalidad. De la nostalgia retro, con el guiño a “Brazilian Rhyme”, la canción de Earth Wind & Fire que oficiaba de cortina al ícono televisivo ochentoso Las gatitas y ratones de Porcel al predominio electrónico en temas como “Ola Mina XD”, en la que arman una rave, Paco y Ca7riel, Ca7riel y Paco, construyen una fantasía animada. Los forzudos de “Pirlo” recargados, son diez fisicoculturistas que copan el escenario tirando sus pasos prohibidos. Paco vuela por el aire como vuelan los técnicos que ganaron un campeonato y vuelve a los brazos inflados. Ca7riel apoyado en los hombro de otros dos, parece emular la foto icónica de Luca Prodan en un concierto en el Estadio Obras. “El único” le pone el punto final a un show que fue mucho más que un set. Fue el ingreso, en apenas sesenta minutos, de Paco y Ca7riel al Salón de la Fama, del Lolla y más allá. Mientras la manada se dispersa, suena “Spanish Flea”, la canción de Herb Alpert & His Tijuana Brass, que forma parte del soundtrack de Perdita Durango (1997), notable film de Alex de la Iglesia.
Así empezó la primera jornada
Llegada desde Barcelona, Queralt Lahoz causó una gran impresión entre los valientes tempraneros que, pasadas las 14, soportaron estoicos los calcinantes rayos solares. Rimas filosas, aires de cante jondo y hasta un cover del himno house “Tarari Rara” de Gipsy Girls le dieron forma a un debut en el que la artista española sorteó con elegancia y oficio algunos problemas técnicos.
En formato de trío, Vinocio desplegó sus aires de jazz y funk, con swing y groove, en el día del cumpleaños del tecladista Lucio Memi, y presentó temas nuevos, como “Horizonte”.
Pablopablo también armó un trío inusual, con Simeón May en el saxo y Lyle Burton en la batería acompañando sus canciones sofisticadas, melancólicas, cargadas de extrema originalidad.
Con Ángela Leiva y el chileno Américo como invitados especiales, Los Ángeles Azules armaron una fiesta cumbiera que tuvo su momento cúlmine, claro, con “Cómo te voy a olvidar”.
Una orquesta poderosa con dinámica de agrupación salsera, varios cantante que, en diversas combinaciones, mostraron una diversidad de tonos y una línea de bronces que le daba un aire de big band.
