“Yo me sentí adentro de la película, la sentí una película muy familiar. Debo ser uno de los pocos músicos a los que le puede pasar algo así, acá en la Argentina”, dice León Gieco. Apenas unas horas después de haber visto Un completo desconocido, la formidable biopic de Bob Dylan protagonizada por Timothée Chalamet y dirigida por James Mangold, el autor de “Sólo le pido a Dios” se muestra movilizado. Tiene sus motivos. Con cada uno de los personajes que aparecen en la película, del propio Dylan a Joan Báez, pasando por Peter Seeger y su esposa Toshi), León atesora historias únicas. Y, con su generosidad habitual, las comparte con ROLLING STONE.
“Yo tenía 15 años y mi viejo y mi vieja hacían de morfar en un restaurante de un club, medio pobretón. Estábamos pobretones. Entonces yo iba con una bicicleta con un canasto adelante a buscar las verduras: tomate y lechuga, esas cosas. Y cuando estaba volviendo de la verdulería escucho por la propagadora, o propaladora [ una columna muy alta, con bocinas arriba, donde pasan las propagandas de los negocios del pueblo y también música], una canción que me obligó a parar la bicicleta y a escucharla. Era una canción cantada en inglés. La escuché y seguí. Pero me enteré cuál era la canción mucho más adelante. Pasaron cinco años, hasta que con mi amigo, el bajista Horacio Fumero, nos vivimos desde Cañada Rosquín a vivir a una pensión que quedaba en Moreno y Defensa”, cuenta León. “Cuestión que cinco años después, voy andando por la avenida Rivadavia y escucho la misma canción. Se me puso la piel de gallina y pensé: ‘Esta es la oportunidad de saber quiénes son y comprármela’. Era un single de The Byrds. Y después, me enteré de que David Crosby, de Crosby, Stills & Nash que yo adoro las voces que hacen ellos, estaba en el grupo, en los Byrds. Bueno, cuestión que me lo llevo a mi casa. Bah, a la pensión. La canción era ‘Mr. Tambourine Man’. Me encantó, así que al día siguiente vuelvo a la misma disquería y le pido al mismo tipo que me dé más discos de ese grupo. Y él me dijo: ‘No tengo más, sólo tengo el simple. Pero tengo un long play del autor de la canción: The Freewheelin’, de un tal Bob Dylan. Llegué al cuarto y lo pongo. Empiezo a escucharlo y era un disco en que estaba él solo, con la guitarra y la armónica. Estaba, por ejemplo, ‘Blowin’ in the Wind’, que la tocaba con la armónica. Yo dije: ‘Tocará la guitarra y cantará, y después le pone la armónica’. ¡Mirá la historia de mi primera canción! Claudio Gabis, que era el guitarrista del grupo Manal, el primer power trío que hubo acá, se había separado del grupo. Le gustaba mucho el jazz, e iba a escuchar a un tipo que se llamaba Gustavo Kerestezachi, que era un loco que mezclaba el jazz con la música del norte de Argentina. ¡Un loco! Pero era impresionante. Y ahí ya tocaba mi amigo, Horacio Fumero. Entonces, Gabis quería armar un grupo medio raro y lo buscó a Horacio, que después se fue a vivir a España y tocó con Tete Montoliú, tocó con Serrat, tocó con varios… ¡Es un gran bajista! Entonces, Horacio me dice: ‘Mañana viene Claudio Gabis acá a la pensión’. ‘¿Claudio Gabis? ¿El de Manal?’, le digo yo. ‘Sí, viene para ensayar un par de temas porque quiere que toque en el grupo que está armando’. Yo no lo podía creer, estaba emocionado, porque yo lo veía en las fotos de la revista Pinap, o en la Pelo, en mi pueblo”, relata León.
“Entonces, viene Claudio Gabis y yo no sabía qué decir. Ellos hablaban del grupo, que iba a tener un flautista y un baterista… Y en una de esas Horacio se va al baño y yo no sabía qué decir. Era un cuarto con dos camas, en una pensión. Era un momento tenso, y Gabis rompió el hielo: ‘¿Y vos qué hacés?’. Ahí le conté que cantaba, que me gustaba la música. ‘¿Y qué te gusta?’, me preguntó Gabis. Y yo le dije: ‘Bob Dylan’. Hacía un día que me había comprado el disco [risas]. Y me dice: ‘¡Pero es impresionante que te guste Bob Dylan!’. Entonces ahí le agradecí y aproveché para preguntarle cómo hacía Dylan para cantar, tocar la guitarra y la armónica. Y Gabis me contó que usaba un atril en el cuello para tocar la armónica. Y me ofreció traerme uno a la pensión. Así que al día siguiente cayó Gabis con el atril y una armónica que estaba en el mismo tono que ‘Blowin’ in the Wind’. En La mayor. Así que toqué arriba de Dylan y así salió ‘Hombres de hierro’, mi primera canción, totalmente afanada de Dylan”.
Aunque es una figura referencial en la trayectoria artística (y en la vida) de León, Gieco aclara que no es un fanático obsesivo de Bob Dylan. “Aunque tengo bastante, no es que tengo todos los discos que grabó, ni todos los libros que escribió”.
Pero entre sus tesoros más preciados hay dos: una armónica en miniatura con el nombre del artista y una servilleta firmada por el autor de “Subterranean Homesick Blues”, que pueden verse en el museo que el artista inauguró en su pueblo natal, Cañada Rosquín.
“También conservo el recuerdo de haber tenido su taza, antes de que suba a cantar en Montevideo”, a principios de los 90. Él y los músicos salían del camarín al escenario soplando las tazas, como si tuvieran té, pero en verdad tenían ron. Fue muy gracioso y no me olvido más que Dylan me dejó su taza antes de subir al escenario”, recuerda Gieco.
“Después del show, me dijeron cuál era el restaurante al que iban a ir a cenar y yo no lo podía creer, porque lo tenía sentado a dos metros. Al final de la cena, le acerqué los casetes que habíamos editados con los conciertos que habíamos dado con Seeger en Buenos Aires, y fue en ese momento que me hizo esos regalos”. Pete Seeger había estado en Buenos Aires en 1989, en un concierto producido por Gieco. “Vino a Buenos Aires y lo fuimos a buscar a Ezeiza con el grupo Mitimaes, con quenas, siquris, bombos y cajas. Él se emocionó mucho con ese recibimiento. Los shows en el teatro Ópera estuvieron espectaculares, porque participaron Sixto Palavecino, Leda Valladares y yo también toqué con mi grupo. También subieron a cantar ‘We Shall Overcome” y ‘Guantanamera’ muchos músicos amigos, como Horacio Fontova, Fito Páez y Fabiana Cantilo, Claudio Gabis y Claudio Kleiman, entre otros. Estaba Skay, pero estuvo muy tímido y no subió. En esa visita lo presenté con Hebe de Bonafini, porque Pete quería conocer a las Madres de Plaza de Mayo y también estuvo comiendo en mi casa. Cuando le preguntamos cuál era su cachet, el tipo nos dijo que no le interesaba el dinero, que había hecho los cálculos y que con la plata que tenía en el banco le alcanzaba para vivir hasta los noventa y pico de años. Él se iba a Nicaragua, así que le dimos un dinero para que haga una donación a un hospital de allá. A las dos semanas, me mandó una carta con hojas del jardín del hospital en agradecimiento, que también las tengo enmarcadas”, relata.
Al año siguiente, Seeger le devolvió la gentileza a Gieco, y lo invitó a girar por Estados Unidos. Tocaron en Washington, en Nueva York y en Boston. Y León pudo conocer la casa de Pete y Toshi, su esposa. “Me impresionó porque la casa, que estaba en el bosque y sobre el río Hudson, está muy bien recreada en la película. Hasta ese detalle contemplaron. ¿La verdad? Me pareció espectacular. Fueron anfitriones muy generosos. Mientras nosotros ensayábamos, Toshi la llevaba a Alicia a recorrer museos. Fue inolvidable. Y en Nueva York nos vino a escuchar David Byrne, porque estaba aprendiendo español y en las clases le mostraron ‘Solo le pido a Dios’”.
León tiene, claro, historias con Joan Báez. En una de sus visitas a Buenos Aires, León le dejó una carta para comprarle su guitarra. La esquela le generó curiosidad y Joan se compró un par de discos. Años después, cantaron juntos en un homenaje a Mercedes Sosa en el Lincoln Center de Nueva York. “Ese día dije, ‘bueno, soy famoso’. Me la empecé a creer un poco”, dice entre risas. “Y después, en un concierto en Ecuador, nos invitó a cantar con Piero y Luis Eduardo Aute. Cantamos ‘Blowin’ in the Wind’. Y la cantamos también cuando vino a Buenos Aires. Esa vez cantamos ‘La cigarra’, de María Elena Walsh, ‘Solo le pido Dios’ y también ‘Blowin’ in the Wind’. Quedé muy agradecido por eso. También la presenté con las Abuelas de Plaza de Mayo, porque había venido Estela de Carlotto a ver el concierto. Y aquella vez, también me acuerdo que la gente empezó a corear el canto de Woodstock, y yo los sorprendí porque dije que había dos personas en la sala que habían estado en el festival. Una era, por supuesto, Joan Baez. ¿Sabés quién era la otra? Su hijo, que era su baterista. Pero en Woodstock había estado en la panza de su mamá, porque Joan estaba embarazada cuando cantó en Woodstock”.
León habla con devoción, cariño y familiaridad de cada uno de los artistas que aparecen retratados en el film. Probablemente nadie haya disfrutado de la película como él, porque de alguna manera, él también es parte de esa historia.
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