No era cualquier previa. Los fans de Los Piojos esperaban este día hacía 15 años. Por eso, cerca de las 13 del sábado 14 de diciembre, Víctor mandó a comprar más chorizos a su hijo Brian. Su parrilla fue una de las primeras que aparecieron sobre la rambla de 32, entre 13 y 19, en la ciudad de La Plata. Entre esas intersecciones se armaron principalmente los puestos de comida, bebida y merchandising de Los Piojos. A la altura de la calle 20, empezaba el vallado de seguridad antes de llegar al estadio Diego Armando Maradona, conocido hasta no hace tanto como Estadio Único de La Plata.
A las 15, El Volador patrulló, en un caballo blanco, las inmediaciones de la cancha. El jefe de la barra brava de Gimnasia y Esgrima La Plata, se comentaba, estaba a cargo de varios puestos de comida (su imagen montada debió impactar de lleno en los primeros fumados por la zona). Belén hacía malabares sobre la calle 19. Una jornada seminublada y ventosa. Unos 25 grados a media tarde, que no derretían el hielo del millar de heladeras para hidratar la previa. A la altura de calle 18, se juntó el grupo más nutrido de piojosos, que terminó encendiendo algunos fuegos artificiales.
Antes de ingresar en el sector de cacheo, había una boletería con venta de entradas para el Quilmes Rock y, para sorpresa de muchos, también para esta primera fecha de Los Piojos. Lo curioso es que este show se había agotado en pocas horas, el mismo día que la banda anunció la venta de las primeras dos fechas de su regreso. La encargada del puesto explicaba que lo que vendía ahora “era un resto de la producción; no puedo decir la cantidad”.
Ante esta oferta de último momento, Martín agarró su guitarra y un pequeño equipo de sonido y estuvo cantando cerca de dos horas canciones de Los Piojos para juntar plata y lograr quedarse con una de esas entradas remanentes e inesperadas. Martín se sabe todas las letras de memoria, las enganchó sin parar, su pie derecho permaneció en punta, marcando el gemelo, y su garganta se alivió al término de “El balneario de los doctores crotos”, cuando un piojoso pasó y le dejó una cerveza. Adentro del estadio apareció a “caballito” de un joven que enarbolaba una bandera de Florencio Varela.
Nahuel, de San Juan, 28 años, se tatuó en el brazo derecho todas las caras de los piojitos que representan los discos de la banda. Nunca vio a la banda en vivo. Es decir, los escucha desde la secundaria, pero no llegó al River de 2009, el último ritual. Su brazo tatuado agitó la bandera de San Juan por primera vez en un show de la banda de sus amores. Su compañera se llama Belén y es mayor que él. Tiene una hija de 13 (Emma) que va a venir a la tercera fecha, la del miércoles 18 de este mes. Primero querían ver el clima de esta vuelta. Sacaron los pasajes en avión antes de conseguir las entradas. Fueron optimistas. Con Emma fueron a varias provincias a ver a La Renga y a Ciro y Los Persas. En un viaje a Salta, el avión casi se cae. Cuando bajaron de ese vuelo, Belén y Emma se hicieron una foto hermosa. Salió en El Tribuno de Salta ilustrando la noticia de ese vuelo fallido.
Joshua Dunaj nació en 1991, cuando Los Piojos estaban empezando a curtir las canciones de Chactuchac, su disco debut. Es de Rada Tilly, pegado a Comodoro Rivadavia, la ciudad más piojosa del sur por definición. En “Ruleta”, Ciro canta: “En Comodoro, rasgaste mi piel. Un largo viaje al desierto cruel”. Los vio por primera vez a los nueve años en el Club Huergo de esa ciudad y nunca más paró. Sorteó hasta su viaje de egresados para poder ir al famoso show de 2009. Joshua y sus amigos algo sabían. Como también intuyeron todo cuando Piti Fernández se subió a tocar con Ciro, en uno de sus shows como solista, y así comenzaron los rumores de esta vuelta.
Esa locura sigue: se vino con sus amigos a las primeras cinco fechas. Sí, a las cinco. Tienen entradas para todas después de una logística casi de Los Simuladores. Armaron caja de ahorro, un Excel y más de doce computadoras para poder conseguir cada uno de esos tickets. En el primer día, Joshua tiene puesta una remera de la gira de diciembre del 2007. Trajeron una bandera nueva que dice “Rada Tilly” y tiene pintados los piojos de Ay ay ay, Azul, Tercer arco y Verde paisaje del infierno. ¿Por qué ver cinco veces el mismo show, la misma vuelta? Joshua y sus amigos tienen una respuesta simple, rotunda y concreta: “Vamos a las cinco fechas porque Los Piojos son la banda de nuestra vida”.
“Corta la bocha”, dice un tucumano que justo pasa cuando la banda de Rada Tilly ofrece esa respuesta. Julio ató su bandera de Salta entre dos árboles. “Esta bandera viajó por todo el país y en 2007 Ciro la mencionó tanto que la gente del sur le cantaba a mi trapo antes de los shows”. A veces la vida gira alrededor de una banda. Los Piojos están metidos en varias de ellas.
La gente fue puntual, a las 21 el DAM estaba lleno. Si Los Piojos hubieran querido, empezaban al horario anunciado. Pero fueron quince años y una hora más de espera, hasta que, a las 22, Ciro apareció con “Te diría”. Sobre las rampas que dan acceso al estadio la postal fue encantadora: luna llena gigante y el sol en retirada. No había muchos cánticos en la caminata, pero sí paso acelerado. No hubo problema con el sinnúmero de banderas que todos quisieron entrar. Mil barrios y cien ciudades. Los tres cordones del Conurbano, las provincias por donde Los Piojos giraron desde 1991 y hasta dos banderas uruguayas con los colores de Nacional.
No hubo círculo para el pogo, ni mucho “¡Vamos Los Piojos!” entre tema y tema, o antes de empezar. Era tanta la incertidumbre de esta vuelta que todo el mundo estaba pendiente de qué era lo que podía seguir. Soledad, de Avellaneda, dijo que ojalá toquen “Cruel” y cuando casi perdía sus esperanzas Ciro anunció: “Ahora vamos a tocar una más para los que se quedaron”; y salió. Por eso, desde la popular se cantaron las canciones con mucha emoción y cerca de los seres queridos. Una comunión social que en ningún momento necesitó tornarse desaforada.
Los Piojos subieron a sus hijos para hacer “Verano del 92” y sus fans llevaron a los suyos para vivir juntos, y por primera vez, aquellos tan mencionados rituales del recuerdo. Todos juntos quemaron las penas de sus locuras. No hubo amargura ni dolor.
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