
Un camión de pala hidráulica llena hasta el tope la caja de otro camión bajo la Autopista Buenos Aires–La Plata. Salvo por una pareja de turistas que busca quién sabe qué, pero que claramente no lo encontrará acá, no se ve a nadie más en esta parte del barrio de La Boca, tan alejada del radio turístico. A unas pocas cuadras, un puñado de personas se va juntando frente al portón de una antigua usina convertida en estudio para producciones fotográficas. El guardia de seguridad avisa que, al no figurar en la estricta lista de invitados, por ahora no pueden ingresar adonde en ese momento el trapero conocido como Khea y un numeroso equipo se preparan para cumplir con una sesión demandante.
Durante la espera, como para ponerle paños fríos al inclemente sol del mediodía veraniego, alguien de la troupe se entretiene enumerando la larga lista de hitos en la carrera del artista. Y, ante la evidencia, llega a esta conclusión respecto de la circunstancial demora: “Y sí, es lógico: Khea es el nuevo mainstream”.
El interior de la vieja usina exhibe vestigios de un pasado industrial glorioso; pero desde el fondo de un largo pasillo lo que emerge es otra cosa: se escucha el futuro.
Desde su celular y a través de un parlante inalámbrico no más grande que un mate, pero tan ensordecedor como un altavoz Meyer Sound, Khea hace sonar su nuevo tema. Se trata de una cumbia con dejo romántico. No tiene nombre o al menos él no lo revela. Tampoco dice si será su próximo single, el sucesor de “Te vas”, balada aletargada que salió en noviembre y en la que unió fuerzas con el cantante colombiano Sebastián Yatra. Previo a ello, había sacado el merengue en clave de trap “Montecarlo”, junto a Rusherking; también se acercó a la bachata con “Como yo te quiero”, junto a la española Ana Mena, y se metió con el pop, con la complicidad de Emilia, en “Tú y yo”.
“Siento que en este momento estoy medio perdido. Pero lo digo en el mejor sentido posible”, afirma Ivo Alfredo Thomas Serué, tal su nombre de nacimiento, ya de lleno en diálogo con Rolling Stone en el camarín de lo que a fines del siglo XIX fue un predio generador de energía eléctrica en el sur de la ciudad. “No me desespera que no se me ocurran ideas porque ando con hambre de hacer música. Sin un concepto definido, esperando a ver qué me dice la vida. Por ahora, no tengo nada en concreto. Estoy haciendo funky, probando nuevos géneros que no hice antes. Ando como siempre, pero más activo. Nunca me cerré en un género y creo que puedo ir a lugares en los que soy capaz de lograr algo. O al menos lo intento. Es una competencia conmigo mismo. Es puro ego mío porque siento que puedo dar más, no me gusta quedarme con la duda. Porque es un arma de doble filo: si agarrás una salsa y sale mal, no va a tener credibilidad lo que hacés. Así que todo lo que hago lo pienso muy minuciosamente”.
Khea tuvo un 2024 cargado. Junto a Asan, firmó en septiembre del año pasado el EP 1000mg. También editó una versión deluxe de temas tomados de su álbum Serotonina. La mayoría de las producciones que puso a circular fueron feats. “Lo busco porque me gusta”, advierte sobre el formato legitimado por la música urbana. “Si hay algo que caracteriza al género y a la última generación de artistas es que hay colaboraciones. Es como sumarle un verso o un estribillo a la canción. Pero hoy ya no estoy buscando el feat constantemente, porque también implica que te metés con otros tiempos”.
El nuevo año comenzó igual de activo, entre otras cosas con esta sesión para la nueva campaña de Converse, que en Estados Unidos tuvo como imagen a otro rapero tan estimulante como por momentos indescifrable: Tyler, the Creator. Khea aparece, de algún modo, como su contraparte argentina. “Esta es una marca que usaba mucho de chiquito y que marcó un montón mi infancia”, se despacha quien tomó su alias de una patente de un auto (y le agregó la h) cierto día, apenas a un tris de subirse a competir en una batalla de freestyle. “Que me hayan buscado para esta compaña me pareció increíble. Ahí vi la pilcha y me encantó”.
¿Qué te planteaste al momento de hacer cada uno de tus tres álbumes?
El primer Trapicheo (2020) fue un rejunte de temas, mientras que en Serotonina (2023) no quería volver a buscar un sonido comercial, sino que deseaba contar lo que me había pasado. Y en el segundo Trapicheo (salió el año pasado) mi intención era volver a meterme propiamente con el trap.
Durante el mano a mano con Rolling Stone, el trapero argentino, oriundo de una familia de músicos y en la que la música circulaba con distintos matices, alude en más de una ocasión a los “campamentos de música”. En la industria musical, el término (conocido también como “campamentos de canciones” o “song camps”) se refiere a los cruces intensivos de compositores con la intención de cocinar hits. Sin embargo, en su caso, pese a que la intención es la misma, el encuentro tiene otra dinámica. Khea elige una casa con estudio en la que se interna unos veinte días con su equipo de trabajo, y en ese margen prepara entre quince y veinte canciones que irá develando en el año, de las que cinco suelen ser potenciales éxitos. Prefiere eso al día a día. Y, por lo que sugiere, la fórmula, amén de darle resultados, ya la utilizó varias veces.

“Últimamente, se volvió mi manera más cómoda e inspiradora de hacer música. Eso no lo encuentro cuando estoy de gira”, se sincera. “Dejo de entrenar, dejo de hacer un montón de otras cosas sólo para dedicarme a crear música. Los productores musicales con los que trabajo son versátiles, igual que yo. Yo también me considero productor. No estoy al lado de una computadora, pero entiendo por dónde encarar. Muy pocas veces me pasó estar con un productor que no me pueda seguir el ritmo. Sé lo que quiero decir y sé lo que quiero cambiar. Al momento de entrar al estudio, no pienso en referencias, sino en lo que tengo yo, qué género voy a hacer y cómo lo voy a desarrollar. Desde que empecé a sacar drill, mucha gente piensa que fui el primero. Y lo que hice fue ponerle mi impronta. No busco sonar a nada igual”.
¿Y cómo hacés con las letras?
Los tópicos salen porque los vengo pensando desde hace año y medio. Tienen que ver con mi vida, mis relaciones, mi trabajo, y situaciones y emociones que te van quedando. Cuido el mensaje, la data. Lo hice con (mis discos) Serotonina y Trapicheo. Quiero seguir siendo ese niño que sacaba música que decía cualquier cosa, pero creo que también tengo la capacidad de hacer canciones que transmitan un mensaje más profundo. Si al final eso me sale vacío o plástico, no me lo reprocharé. Más temprano que tarde haré algo que integralmente le servirá a mucha gente a nivel humano. Así manejo la balanza.
En “Trapicheo” cantás: “A mí el money no me cambia el tapizao. Ese fake está pisao. Como Drake, elevao”. ¿Esas barras son decorativas o realmente hay una analogía ahí con vos?
Lo del “tapizao” quiere decir que lo de afuera no me cambia lo de adentro. Y la parte de Drake hace referencia a que el chabón es “elevado” en cuanto a la visión y lo que hizo. Es un rapero al que juzgaron porque empezó a hacer cosas más pop, lo que le permitió calar entre más público. De eso trata la barra.
¿Tenés una relación sana con el dinero?
El despilfarro es algo que los artistas hacen los dos primeros años. En este momento estoy en un momento más en plan de empresario. Tengo 24 años, y largué a los 17. Fueron unos años de joda, y ahora estoy muy bien con el dinero.
¿En qué lo invertís?
En bienes raíces, luego está el sello [armó su propia disquera, Young Flex, nombre tomado de su canción de 2022 y, al mismo tiempo, una suerte de álter ego del artista] y queremos abrir una editorial. Y más adelante me gustaría crear mi marca de ropa o alguna bebida. Tengo un update artístico, y nunca lo desarrollé por miedo. También soy vago. Requiere mucha energía y poder a la hora de moverte. Pero ahora sí estoy preparado para ahondar en ese lado mío del negocio.
Si en algo coinciden literalmente Drake y Khea es en la apropiación del búho como marca. En tanto el canadiense es dueño de la línea de ropa OVO (siglas de “October’s Very Own”, inspiradas en su mes de nacimiento), que tiene al ave rapaz nocturna de logo; “B.U.H.O.” es el título de otro de los himnos claves del trap latino. “El que trajo el sonido”, se animó a confirmar el cantante y compositor hace unos años. De hecho, es considerada la piedra fundacional de la identidad sonora del trap argentino, en la que además participaron Arse, Midel, Duki y Klave. Lanzado en 2017, lo que provocó en el país fue tan revolucionario que en la semana de su lanzamiento superó en las playlists de Spotify a Justin Bieber.
Cada vez que tenía la oportunidad, a los 18 años el rapero patrio vaticinaba que iba a conquistar el mundo, y en 2020 su sueño se cumplió. Siguiendo los pasos de Ecko, que fue firmado por la multinacional Universal Music, y de Paulo Londra, que logró lo mismo con Warner Music, Khea fue convocado para formar parte del catálogo de la disquera IGA (resultado de la fusión de Interscope, Geffen y A&M). Lo que se tornó en un renacimiento para él.
“El futuro de estrella que tiene Khea es innegable. Él nos traerá una actitud y un swag que nuestro mercado no ha visto todavía”, opinó en un comunicado oficial Nir Seroussi, vicepresidente ejecutivo del único sello estadounidense con un equipo de expertos en la música latina. “Tiene el potencial para ser un disruptor global”.
¿Por qué decidiste trabajar con ellos?
Es un sello muy bueno y tenemos actualmente una relación bastante familiar. También me gustó que ellos estaban arrancando, y yo estaba volviendo a hacer música.
El single “Dónde estás” fue su debut con IGA (originalmente salió por Interscope), en 2019, y dos años más tarde, en un viaje a Miami con la intención de componer material nuevo, la depresión lo sorprendió. Estuvo tres meses encerrado en un departamento consumiendo ansiolíticos. Una vez que el rapero decidió levantar cabeza, probó con terapia tradicional. No funcionó. Pero insistió con psicología holística, y al sentir que empezaba a conectarse consigo mismo decidió pasar una temporada invernal en Villa La Angostura, en medio de música, amigos y snowboard. Y es que hasta ir a un estudio le generaba ataques de pánico.
Así nació Serotonina (2023), un álbum estoico, devenido en trabajo conceptual, donde da cuenta de ese mal pasar. Y lo hizo al son del R&B, de un collage de ritmos caribeños y del EDM. “Ya está”, espeta acerca de su actualidad. “Era un lugar por el que tenía que transitar. Es algo que le sucede a todo el mundo, pero a mí me pasó en medio de un pico alto de mi carrera. A pesar de que tuve que frenar, a partir de eso crecí un montón”.
El disco irrumpió justo en una época en la que se alecciona cada vez más sobre la importancia de la salud mental en la música. De todas formas, Khea advierte: “Por la ola de haterismo tan grande que existe, hay que tener cuidado con cómo decir las cosas para que la gente lo entienda y no salgas lastimado. Si la vida te puso en un lugar donde vos comunicás, tenés que hacerlo”.
¿Dónde termina Ivo y cuándo comienza Khea?
Khea comienza cuando hay laburo para hacer, y luego trato de ser Ivo todo el tiempo. Con la gente que me rodea, tengo la libertad de ser yo. En el escenario o en una entrevista vas a ver mi parte más artística.
Ya sabés que cuando a Duki le preguntaron en una conferencia de prensa qué le quedaba por hacer luego de los River de diciembre 2023, la angustia fue tal que se levantó y se fue. ¿A vos también te angustia el día después?
Me lo pregunté mucho, pero estoy más metido en el hoy. Si un día no pasa nada, y con esto me refiero a si le va mal a una canción o si me va mal en algo, eso no es lo importante. No voy a decir que no me importa mi carrera, porque le re meto. Estoy jugando, así es la vida. Sin embargo, mi futuro no depende de un show, ni de otra cosa por el estilo. Lo voy a seguir intentando.
Aunque su carrera profesional arrancó a pocos minutos de la mayoría de edad, seis años antes Ivo ya sabía que quería vivir de la música. La epifanía la tuvo en el colegio, iba al mismo en el que cursaba su hermano mayor y el freestyler Midel (no solo termino compitiendo contra él, sino que también fue parte del single seminal “B.U.H.O.”). Luego llegó a batallar en plazas, en eventos entre los que sobresalieron el EscoFree o el Desert Free, y más tarde, siguiendo los pasos de Duki e Ysy A, la improvisación fue tomando forma de canción. Sin embargo, el escenario menos poblado en el pasado Buenos Aires Trap fue el de esta disciplina, a pesar de que en su programación relucían capos tanto de acá como de España, lo que encendió las alarmas sobre el estado de salud del freestyle.
¿Te parece que esa actividad está en declive?
Yo no siento que esté en declive, sino en un momento de transición. Lo que quiere decir que va a decantar en algo. Es obvio que en un festival de trap el escenario de freestyle va a ser el menos colmado. Un evento como el Bazooka, por ejemplo, sigue siendo constante y demostrando todo el tiempo que hay calidad. El rap es algo que va a durar siempre, y tendrá sus baches de reinvención.
Salvo por Wos y Trueno, el rap, tal como se le conoce, no caló del todo en la Argentina. De todos los géneros que componen la música urbana, sigue siendo el más under.
Hay una re cultura heavy del rap en Argentina, a nivel underground. El trap no deja de ser rap. Lo que pasa es que acá, a diferencia de los Estados Unidos, no existe ese discurso de “te voy a cagar a tiros”. Y el que lo dice es un fantasma. El rap nacional es muy diferente del norteamericano.
¿Te parece que la cumbia villera se apropió del lugar del rap?
En Argentina sería eso.
En una de tus canciones decís que para la industria el trap es la revolución. ¿A qué te referís?
Cada uno de nosotros es una pequeña revolución en la industria musical argentina porque la reinventamos. Cuando salimos nosotros, cambió el país, generacionalmente hablando. Es muy grande lo que hicimos. No quiero que se pierda esa esencia del trap, lo espontáneo, lo orgánico.
En la historia de la música, siempre apareció una tendencia que reemplazó a la que está en boga. Cuando eso suceda con el trap, ¿pensaste en algún plan B? El llamado “nuevo under” podía ser una opción, pero parece que se pinchó.
Esto va a seguir. Mucha gente pensaba que era algo del momento, pero ya estamos en camino a los diez años. Yo siempre sigo defendiendo que el trap es el nuevo rock. Un show de rock y un show de trap comparten la misma energía. Creo que la diferencia está en el mensaje: mientras que el rock te lo dice más rebuscadamente, nosotros vamos al frente de una manera más fácil de entender. La última edición del Buenos Aires Trap no solo consolidó al género, sino que, al mismo tiempo, todavía siguen saliendo nuevos artistas. Hace poco salió Milo J, que es un artista de talla mundial.
¿Y qué te parecen los Swaggerboyz?
Me gusta más lo que hace Milo, pero los respeto también a ellos. Al final del día, son diferentes maneras de hacer lo mismo. Sin embargo, lo que más respeto es estar en movimiento y moverte por donde vos más querés. Si creés que te lo merecés, ve a por lo tuyo porque hay mucha gente que no lo hace.

Cuando se pensaba que iba a evolucionar hacia una encarnación más rockera, Neo Pistea volvió a patear el tablero y fue a la raíz del trap en su último disco. Pero desde un lugar más oscuro. Lo que coincide con este momento de la Argentina, a nivel político, social y económico.
Más que oscura, tengo la sensación de que se trata de una energía hostil o incluso pesada. Muchos de los que somos parte de esta escena venimos de lugares oscuros, pero no somos gente oscura. Cuando salís de la oscuridad, contás lo que hay ahí. El hecho acá es no juzgar.
Así como en sus años de rima freestylera, Khea sigue siendo dueño de una perorata temeraria, puntiaguda y frontal. No se anda con rodeos, ni tampoco se guarda nada. Aunque no es imprudente. Lo que sí parece no gustarle es malgastar su tiempo. Es por eso que lamenta que en sus recientes vacaciones en México se haya intoxicado. “La pasé para el orto”, confiesa. Y es que hace dos años, desde la salida de Serotonina, viene con un ritmo intenso. Para muestra, este mes les espera una nueva gira por España, que empezará en Málaga y terminará en Alicante.
Ya estuviste en países como Dinamarca, Rumania y Polonia. ¿Cómo es la sensación de cantarle a público cuyo primer idioma no es el español?
Esa gira fue increíble. Estuve en Suecia, donde no me conocía nadie. Abrí el show, y puse a todos los suecos a saltar. Hay que ir sin miedo. Si algo podés destacar de la música es la energía. En ese sentido, es real que se trata del idioma universal. Si vas diciendo me chupa un huevo que no me entiendan, y les decís: “Salten”, sin duda saltarán. Así funciona. Todo depende de cómo lo tomés vos.
Incluso, te presentaste en el festival de música electrónica Tomorrowland. ¿Había un escenario de trap?
Sí, había un escenario dedicado a la música urbana en el que se presentaron artistas de todo el mundo. Había de todo. Esa vez, me vinieron a ver muchos argentinos.
¿Cuál es tu mayor mercado fuera de la Argentina?
La plaza fuera de Argentina en la que mejor me va es México. Es como mi segunda casa. Siempre que voy allá me reciben con mucho cariño. Me quieren mucho allá. Gracias a la música urbana empezó a mirar a la Argentina. Hay algo con lo latino que está de moda. No hay mucha lógica. Pasó.
A propósito de eso, antes de levantar la estatuilla en la edición de 2022 de los Premios Lo Nuestro, en la categoría Remix del Año, por “Ayer me llamó mi ex”, donde comparte roles con Prince Royce, Natti Natasha y Lenny Santos, el bonaerense pateó el tablero con el remix de “Loca”. Si el hit había marcado el inicio de su meteórica carrera, la reversión le abrió las puertas del mundo. A los cinco meses de que viera la luz, se puso como objetivo sumar a Bad Bunny a la nueva versión de la canción. Entonces contactó al equipo de trabajo del boricua, a quien ya de por sí le gustaba el tema. “Fue heavy, realmente”, dijo luego de su estreno. “Fue shockeante decir que el líder del trap latino quiso sumarse a nuestro movimiento. Eso ayudó al género argentino a meterse en lugares donde todavía no llegaba”.
¿Qué te pareció Debí tirar más fotos, el nuevo disco de Bad Bunny?
Hay una salsa que tengo pegada mucho, y que no dejo de escuchar de ese disco: “Baile inolvidable”. Amé el tema y también que alguien como él, que tranquilamente puede seguir haciendo reggaetón, le demostrara a mucha gente cómo hacer obras maestras. Es una buena bajada de línea para que los artistas se animen a hacer cosas impensables. Si yo soy trapero, qué va a pensar la gente si hago otra cosa.
¿Sos consciente de todo lo que lograste en tan poco tiempo?
Hace poco caí por primera vez. Nunca había sido tan consciente de lo que hice como artista y como parte de una generación. Cuando me suceden esas cosas, soy aún más agradecido, responsable y disciplinado.
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