Una única noche: esa era la consigna. Después de ocho años, Emmanuel Horvilleur y Dante Spinetta volvieron a unir sus anillos de gemelos fantásticos y materializaron a Illya Kuryaki & The Valderramos sobre un escenario. El contexto, un festival que ya desde el título, Buena Vibra, parece una burbuja, un refugio musical contra todos los males de la ciudad, del país y del mundo. Un muestrario del talento nacional, de la encantadora Juana Molina al hinpótico Marttein, de la electrónica potente de Evlay a la poderosa presencia escénica de Marilina Bertoldi, entre otros highlights. A ocho años de su último concierto, esta “burbuja en el tiempo” (Soda dixit), funciona como la confirmación de que los otrora enfants-terribles del rock argentino se transformaron en un faro para músicos de generaciones posteriores.
Ahí está Louta, por ejemplo, que en medio de su set, potenciado por un impecable cuerpo de baile, arenga al público a mover el coolo y cuenta la emoción y el orgullo de compartir cartel con una banda referencial. Lo mismo ocurrirá al inicio de los ascendentes Cindy Cats: orgullo, emoción y, sobre todo, respeto.
Vanguardistas y disruptivos, los Kuryaki emergieron en la escena porteña a principios de los 90 y alcanzaron su pico de popularidad latinoamericana en 1995, cuando lanzaron Chaco. En tiempo de MTV latino, “Abarajame” se transformó en un standard insólito, que más allá de la cuota de delirio y deformidad (palabra clave en el imaginario IKV), era una pintura de época. En sintonía con el regreso de Los Piojos, los ocho tiros policiales que mataron a Pedro (“según la ley, ocho tiros legales”, decían y dirán Dante y Emma) salen de las mismas pistolas (“que se disparan solas”, decía y dirá Andrés Ciro Martínez. Dos retratos de época que, tres décadas después, podrían haber sido trazados hoy. Por el contexto histórico, esas líneas del hit más grande de la historia del grupo que irrumpió con “Jubilados violentos” como uno de los estandartes de Fabrico cuero (1991), adquieren un significado especial en el contexto histórico.
Luego de un fallido inicio, que por un problema en el micrófono de Dante, obligó a arrancar de nuevo “Expedición al Klama Hama” (Versus, 1997), los Kuryaki pusieron a rodar una arsenal de hits, algunos más recientes como “Helicópteros” o “Ula Ula” (el binomio inicial de Chaces, su disco del regreso de 2012). El sol redondo y ardiente al fondo, en las pantallas, remite al del afiche de El imperio del Sol (Steven Spielberg, 1987), y recorta la fina estampa de Emma y Dante, vestidos de negro para la ocasión.

En comparación con el audio A.O.R. de Bandalos Chinos y el sonido hi-fi de Louta, los Kuryaki se imponen con una pared de sonido, con el tándem soñado de Matías Rada en la guitarra y Francisco Fattoruso (herederos con peso propio de dos de los apellidos más importantes de la música uruguaya, rioplatense, universal), como una usina de groove, funk ardiente y una impronta del alt-rock de los 90. El ADN como un clima de época.
Fran Azorai y Axel Introini aportan la sangre nueva. Dos de los tecladistas más despegados de la generación de jóvenes veinteañeros suman texturas al sonido IKV 2025. (Axel y Carlos Salas, el percusionista, corrieron de un escenario a otro para tocar en el apoteósico final con los Cindy Cats, que anunció su próxima sesión en el Estadio Obras, el 15 de abril).
“Soñé contigo entre arboles y estrellas, junte un racimo de tus sonrisas mas bellas , padre mio que estas en el cielo, llegado el momento te abrazare de nuevo”, canta Dante y la emoción de la épica “Aguila amarilla” se potencia por la foto de Luis Alberto Spinetta al fondo de su pantalla.
Para algunos fue un recorrido bailable y emotivo por mojones de una educación sentimental con gemas de los 90 como el pogueado “Remisero”, el easy listening de “Jaguar House” y la fiesta funkera de “Jennifer del Estero”. Para otros, para muchos, fue la primera vez que escucharon en vivo esos temas. El revival setentero orquestal de “la fiesta con IKV” al final de “Funky Futurista”, omnipresente en las propuestas de los dos artistas que tocaron antes que ellos (Louta y Vandalos Chinos) actualiza lo que supimos siempre: los Kuryaki siempre estuvieron un paso adelante.
Lo que hay arriba y abajo del escenario son sonrisas. Emma repite que es una única noche y no sabemos si le creemos o no. Él está feliz y agradece, al festival Buena Vibra y alza su copa con Aperol, responsables de este regreso. Empezaron siendo niños, los vimos crecer y madurar. No perdieron ni un ápice de frescura, pero ahora alcanzaron el estátus de clásicos. Una única noche que, como esperábamos, se transformó en una noche única: el paso a la inmortalidad.
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