El regreso de Billy Bond y “Rompan todo”: del grito de resistencia a la gran fiesta del rock argentino


“Yo me hago el cancherito, pero en el fondo estoy súper emocionado”, dice Billy Bond segundos después de interpretar junto a Alejandro Medina una versión furiosa de “La maldita máquina (de matar)”. El clásico de La Pesada del Rock & Roll fue en su momento un alegato valiente contra la represión del gobierno militar del general Lanusse; más de cincuenta años después funciona como una cinta testigo del rock argentino fundacional. Buena parte de esa historia brava desfiló por el escenario del Gran Rex en un show inusual y de una contundencia escénica pocas veces vista. Bajo el título de Rompan todo, en alusión a la noche fatídica del 20 de octubre de 1972 en el Luna Park, el espectáculo mezcló recursos del music hall, la ópera rock y el teatro de varieté. Pero tranquilamente el evento podría haberse llamado Mondo Bondo, un fascinante ego-trip por la agitada vida del cantante, productor y hacedor de fantasías nacido en Italia, en 1944, como Giuliano Canterini.   

Luego de varias idas y venidas, Billy Bond resignó el proyecto de Soy el rock, un ambicioso musical autobiográfico repleto de invitados, que llegó a anunciar oficialmente meses atrás. Finalmente, la puesta del viernes por la noche tomó algo de esa idea original y sumó el repertorio de La Pesada, que desde 1974 permanecía como un eslabón perdido de nuestro rock en vivo.

Todas las voces: Billy Bond logró convocar a una notable variedad de invitados Foto: Sandra Calandrino

Aquella locomotora de poder colectivo revivió con una formación 2025. Más de 20 músicos distribuidos en distintas agrupaciones, una sección de cuerdas y otra de vientos marcaron la variedad de ensambles a disposición de un show tan dinámico como eficaz. Entre los nombres destacados de la banda estable aparecen los integrantes de Las Bodas Químicas, también Bolsa González (batería) y Daniel Ferrón (bajo), encargados de sostener un edificio que recibió y contuvo la incansable marea de invitados. Por momentos a dos baterías, tres bajistas y quién sabe cuántos guitarristas.

En el centro de la escena, Billy Bond canta y recibe a cada invitado con un abrazo, camina el escenario y hasta trastabilla con una caja de sonido -por suerte sin consecuencias para él- en un incesante movimiento de control escénico. A los 80 años luce pleno, acusa 30 kilos menos que en los días de La Pesada, y su verba picante sigue intacta y con muchas ganas de contar historias. La disposición del escenario le ofrece descanso en un sillón y hasta la posibilidad de maquillarse en una especie de camerino abierto al público. Atrás, dos plataformas -abajo los tecladistas y arriba varios cantantes-, dejan espacio para un pasillo central, algo así como un túnel del tiempo hacia el cosmos del rock argentino. Más atrás, una pantalla gigante sigue en sincronía la increíble vida de Billy, imágenes de la Segunda Guerra Mundial en el comienzo conviven con escenas de El Gran Dictador, Charles Chaplin y su enorme personificación de un líder fascista parece no tener fecha de vencimiento.    

Billy Bond, anfitrión de la noche Foto: Sandra Calandrino

La cita coral a “Génesis”, tema de La Biblia de Vox Dei y que en 1974 Billy Bond reinterpretó junto a los músicos de La Pesada y el Ensamble Musical de Buenos Aires -también dirigió una versión en portugués-, abrió el show repleto de símbolos escondidos. Si había que hablar de los inicios no podían dejar de sonar las canciones que educaron al anfitrión previa mención a temas inéditos de la ópera fallida (“El niño y el ángel” y “El demonio”) todavía con un telón dispuesto a modo de pantalla gigante en donde el obelisco de avenida Corrientes empieza a desinflarse. El contagioso impulso de “La bamba” y “La plaga” ajustan la capacidad de asombro de la platea. Billy Bond lleva adelante los himnos que lo formaron y cierre el bloque inicial con una versión de “I Saw Her Standing There” a dúo con Fernando San Martín, el imitador de Sandro que inicia la lista de invitados y suma otra cuota surrealista para exponer todas las escalas del otro cantante italiano que cambió la historia del rock de acá.

“¿Te acuerdas de Billy Bond cuando cantaba la del limón?”, decía la letra cambiada de “Mientras miro la nueva ola” para las presentaciones de Serú Giràn. La frase de Charly se refería a “Mi limón, mi limonero”, que Billy mostró en vivo sin renegar de su pasado yeyeye. Con “No pibe” y el homenaje a Javier Martínez en las pantallas, la presencia de Patricia Sosa marcó otro gran momento emotivo. Sin invitados a la vista, el vuelo psicodélico de “Verdes prados” sonó preciso y envolvente en manos de la banda estable. Luego, Daniel Melingo y Bond, en un brillante pase de comedia, rescataron un track escondido como “Voy a ver un amigo”. Y desde aquí y hasta el final cada cambio de intérprete supuso un nuevo flash para entender y reavivar el clic original. “Adonde está la libertad” de Pappo’s Blues, con Black Amaya en batería y Machi Rufino en bajo, provocó otro cimbronazo. Poco antes, Billy explicó cómo animó al Carpo para que cantara y formara su propio grupo. ¡Emocionante!  

En otra licencia narrativa, Billy Bond invitó a Carolina Peleritti a estrenar “Nunca seremos iguales”, un tributo a Luis Alberto Spinetta, otro miembro de La Pesada. La razón más que valedera: “ella es uno de los amores de su vida”, dijo Bond. Acto seguido, imágenes de El Flaco y Gustavo Cerati ilustraron la versión colgada e instrumental de “El parque”. En el siguiente acto, Don Vilanova se adueñó del rock original de “Conscientemente todo, todo lo podrás lograr” y “Para que nos sirven”, declaraciones insumisas de La Pesada que ya nadie pensaba escuchar en vivo. Entre las historias de vida, se mezclan el pasado y el presente, Bond juntó a los miembros de Manal en la integración de su super-grupo luego de la separación del trío, y volvió a compartir la jugada con dos ex Fun People para una furibunda versión de “Salgan al sol”, Boom Boom Kid y Gori también brillaron como herederos de un legado vigente.

La puesta en escena incluyó un camarín “a la vista” Foto: Sandra Calandrino

En 1974, Billy Bond inició un largo exilio en Brasil. Amenazado de muerte por la Triple A durante el gobierno democrático de Isabel Martínez de Perón, El Bondo se instaló en San Paulo y produjo el disco debut de Ney Matogrosso, el viernes se escuchó un breve fragmento de Secos y Molhados, el genial grupo liderado por la voz de Matogrosso. En Brasil tuvo bandas y trabajó como productor y director de los más importantes musicales de Broadway. Entre las más relevantes figuran sus versiones paulistas de El fantasma de la óperaLos MiserablesEl beso de la mujer araña El mago de Oz, esta última obra tuvo su estreno porteño en 2019.

Parte de esa experiencia teatral estuvo presente en el Gran Rex. Más allá de algunos desacoples, la producción esquivó la nostalgia previsible con recursos visuales que ayudaron a destacar cada momento como un acto central, en donde el dueño del espectáculo jugó al servicio del lucimiento de los invitados. Kubero Díaz, Isa Portugheis, Alambre González, Pipo Cipolatti –vestido de enfermero-, Ricardo Soulé, Melingo, Gillespi, Juan Rodríguez, Claudio Kleiman, Juanito Moro, Alfredo Peria (Mimilocos), Javier Malosetti, y Fernando Noy, despegando una bandera del orgullo LGBT, entre muchos otros, tuvieron su instante mágico. En el setlist dialogaron “La marcha de San Lorenzo” con “El primero te lo regalan el segundo te lo venden”, de Los Twist (no es nada forzada la conexión entre La Pesada y los dueños de La dicha en movimiento). También convivieron en armonía “Las guerras”, cantada por Soulé, con el pase de comedia de “Gracias al cielo”, o el clásico escondido de Billy Bond & The Jets “No te sobra una moneda” con “O Heròi”, proyección solista de Bon en el mercado brasileño.  

León Gieco, uno de los protagonistas del final del show en el Gran Rex Foto: Sandra Calandrino

Feliz y agradecido, El Bondo cubrió una deuda personal y acomodó algunas piezas de la historia grande y no tan conocida del rock argentino. El final, con una emocionada versión de León Gieco junto a Rodolfo Mederos en bandoneón, unidos para reinterpretar “Cuando me empiece a quedar solo” dejó en claro la fragilidad de la inmortalidad rockera. Billy Bond y Jorge Álvarez -in memoriam figura su nombre en el  programa del show- como productores de Sui Generis, ayudaron a visibilizar un sector marginal del arte argentino. Medio siglo después el mismo tipo perseguido por la leyenda negra de “rompan todo”, transformó ese grito de resistencia en un encuentro que celebró lo colectivo como gesto de belleza y evolución.   

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