David Cross: “Hay pibes más jóvenes metiéndose en la música, ya no se trata de una audiencia que envejece a la par mío”


Aunque solo fue parte de King Crimson tres años entre 1972 y 1974, David Cross tiene derecho a reclamar el peso de su aporte durante ese período para la gran bestia prog. En ese lapso, su violín eléctrico se volvió un instrumento clave que definió el aura de discos clásicos del canon crimsoniano como Larks’ Tongues in Aspic y Starless and Bible Black, además de sumar el instrumental “Providence” a Red, publicado poco después de su partida. Y aunque desde entonces mantuvo una activa carrera solista al frente de su propio proyecto, la David Cross Band, los caminos de la vida parecían arrastrarlo como una fuerza centrípeta hacia el universo del rey carmesí: en 2015, grabó junto a Fripp el álbum Starless Starlight, y al año siguiente hizo lo propio con Stick Men, el proyecto de Tony Levin y Pat Mastelotto, otros dos integrantes de Crimson de los que no fue contemporáneo.

Con una visión artística concentrada en el presente, Cross pasó mucho tiempo sin revisar su legado, algo que comenzó a hacer a cuentagotas hasta que tomó el toro por las astas y decidió salir de gira para honrar su paso por King Crimson. “Al principio no quería tocar Larks’…, me oponía. Siempre me interesó ‘Exiles’ e incluso llegamos a hacer nuestra propia versión con mi banda, pero nunca quise ir mucho más allá de eso”, dice en un alto de la gira que lo tendrá en el ND Teatro el 4 de diciembre celebrando los discos de los que fue parte. “Cuando pensamos en hacerlo, volví a escucharlo y me di cuenta cuán interesante es y cuán novedoso era para la época. Decidimos tocarlo entero de principio a fin. Lo hacemos como si fuera una sola pieza, y el concepto funciona bastante bien de esa manera”, dice.

El afiche del show tiene el arte de tapa de Larks’…. ¿Qué significa ese disco para vos?

Cuando nos pusimos a repasarlo, me di cuenta de lo fresco que suena hoy en día, y me pareció que podíamos tocarlo bien y hacerlo a nuestro propio modo, y no respetar al 100% la versión de King Crimson. Me aferré a eso y disfruté mucho hacerlo, porque tuvimos nuestra propia interpretación. Desde que intentamos hacerlo, nos dimos cuenta lo bien que conectan entre sí las secciones, y hay bastante aire libre entre las canciones. Son tan diferentes entre sí, que hace que todas sobresalgan y resalten, son como colores en contraste. Cuando tenés un mapa y tenés que usar diferentes colores para pintarlo, tratás de usar algunos distintos y no poner colores parecidos entre sí uno al lado del otro. De alguna manera, se parece a esto, y cada clima nace de un lugar distinto.

¿Y cuán importante es la improvisación para esta nueva versión?

Hay mucho de eso en “Easy Money”, porque era parte del concepto original en su momento. También agregamos unas secciones al principio y al final de “Exiles”, que hacen que podamos explorar cómo nos estamos sintiendo cada noche. Otras cosas son muy parecidas, como “Book of Saturday”; ahí estamos muy cerca del original porque tenemos a Sheila Maloney, una tecladista que puede recrear muchas de las partes de guitarra, que en el disco están pasadas al revés y era algo muy difícil de hacer antes. También traté de mantener las partes originales de violín y viola porque me gustaban cuando las escuché y dije “esto está bien, quiero dejarlo como está”, pero en la parte 1 de “Larks’…” extendimos la introducción, que en estudio fue hecha por Jamie Muir con una mbira, y ahora todos tenemos una y se crea una textura muy especial, muy única. Además, estamos usando grabaciones nuevas: en el original usábamos sonidos de un programa de radio de mediados de los setenta, así que ahora usamos algo más nuevo que tiene que ver con el medio ambiente.

¿Cuándo te diste cuenta de que el violín podía ser un buen instrumento para tocar rock?

La semana pasada (se ríe). No tengo idea, vivo dudando de eso. Cada vez que doy un paso hacia adelante, doy otro para atrás, casi enseguida. Tenía una guitarra acústica en mi casa cuando era chico y usaba un micrófono que venía con una grabadora de cinta barata que había en mi casa. Un día lo metí adentro de la guitarra y distorsionaba, porque no estaba pensando para eso, y pensé: “Guau, eso es interesante”. Intenté hacer lo mismo con el violín, pero era demasiado grande como para meterlo ahí, debía tener 13 o 14 años, pero me dio la idea de lo que podía llegar a lograr. Así que no bien pude, junté la plata y me compré el micrófono indicado para el violín y empecé a usarlo a mis 18.

(Foto: Enrique Farelo)

Durante años, la música progresiva fue repudiada por un sector del establishment rockero, y ahora finalmente está considerada como algo cool. ¿Qué creés que pasó en el medio?

No sé por qué la música progresiva puntualmente era tan mal considerada. Creo que lo que nosotros esperábamos que pasara en los setenta era que hubiese más fusión y más cruces entre géneros. Lo que pasó, bastante naturalmente, fue exactamente lo contrario: los géneros se separaron lo más posible en diferentes estilos y no fue en la dirección que esperábamos que fuera. Hubo reacciones en contra, la del punk fue la más visible de todas. Al mismo tiempo, ellos tenían algo para decir y eso nos gustaba, aunque la música dejaba de lado la complejidad y la técnica para darle lugar al ruido y la bravuconería. Sin embargo, una de las cosas más alentadoras de estos tiempos es que hay pibes más jóvenes metiéndose en la música, ya no se trata de una audiencia que envejece a la par mío, sino que vienen los hijos y nietos de los que iban a ver a King Crimson en su momento. Estamos llegando a una nueva generación, y es algo fantástico. Hay un cambio de agenda, no solo de edad. Supongo que se trata de un público que creció con muchas más cosas a disposición que ahora hacen que sea más fácil aceptar algo que es tan raro como esto.

También la música electrónica se volvió una puerta de acceso.

Puede ser, creo que comparten algo de la complejidad, pero el foco es distinto, porque está puesto en el sonido de las cosas, mientras que en las cosas que hacíamos, priorizábamos el contenido musical. Soy más propenso a pensar en las canciones, o en qué va a tocar el baterista, y cómo va a encajar eso con lo que haga el bajista antes de pensar en un sonido y cómo mezclarlo con otro. No tengo esa manera de escucharlo, y creo que la generación actual sí lo hace, son maneras distintas.

El streaming cambió las maneras de consumir músico, al punto en que los primeros diez o quince segundos son determinantes para captar la atención del público. ¿Cuán difícil se vuelve eso para el rock progresivo?

Son tiempos terribles, y yo mismo tengo un umbral de atención muy bajo también. Creo que lo que está mal con cierto tipo de música es que se pasa mucho tiempo sin que nada ocurra. Toda la música de Crimson cuenta una historia, hay suficientes cambios y un sentido de dirección. Va hacia algún lado, algo pasa, y pienso que eso hace que te enganches de todos modos. No lo veo como un problema, todavía no tuvimos espectadores jóvenes yéndose a los gritos de la sala después 45 segundos de un pasaje instrumental (se ríe).

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