Alex Van Halen dice que su hermano todavía lo visita: “Eddie ha estado por acá un par de veces”


Después de la muerte de su hermano, Alex Van Halen se desmoronó. Puede probarlo. Hay evidencia fotográfica acá mismo, en su teléfono, que también resulta ser un archivo de canciones inéditas e incompletas de Van Halen. Pasá un día con él y quizás te ponga algunas. Pero primero te va a mostrar una imagen, la resonancia magnética de su columna vertebral con un agujero enorme, una pieza que falta.

Eddie Van Halen murió a los 65 años en octubre de 2020 y dejó al mundo sin su mayor héroe de guitarra post años 60 y a Alex sin su brillante, exasperante y dolorosamente sensible hermano menor, su mejor amigo y compañero de banda durante cinco décadas, el tipo con el que improvisaba casi todos los días. Alex pasó toda una vida protegiendo a Eddie, pero esta vez ya no había nada que hacer, ningún matón al que golpear, ningún cantante al que reemplazar. Estaba sumido en lo que él llama “duelo oceánico”, un sufrimiento tan profundo que lo dejó con un diagnóstico de trastorno de estrés postraumático. “Me encerré”, dice. “Estaba gritando y chillando, fuera de mí”.

Cuatro años después, la pérdida aún parece reciente. “Más que reciente”, dice Alex un viernes por la tarde. Se acomoda en una silla tipo director de cine, en el soleado living de su casa de campo en el condado de Ventura, California, una finca de limones que también alberga unos veinte caballos con nombres como Sir Heinrich VH. El lugar es tan difícil de encontrar que sale a la ruta principal para guiarme hasta la casa, sonriendo desde el asiento del conductor de su supercoche, un Porsche 911 GT2 RS negro con rayas de carreras y el logo “VH”. A los 71 años, sus únicas otras afectaciones visibles de estrella de rock son un aro de oro en una oreja y una pulsera de cuentas negras en su muñeca izquierda. Su cabello corto está escondido bajo una gorra de béisbol negra sencilla que combina con una camiseta negra que parece nueva; sus ojos verde-azulados son claros y brillantes.

Alex está a punto de publicar un libro, unas memorias sinceras y divertidas: Hermanos. Cuenta su vida junto a Eddie desde la infancia hasta el fin de la formación original de Van Halen en 1984. Se embarcó en el proyecto en busca de un cierre emocional, que sigue siendo esquivo. Hoy, en su primera entrevista desde la muerte de Eddie, revelará aún más, tal vez se acerque un poco más a pasar la página. “Simplemente lo extraño”, dice. “Echo de menos las discusiones. Vivo con eso todos los días. Y no puedo recuperarlo. No puedo arreglar las cosas”.

Alex no ha podido tocar la batería durante los últimos años debido a esa lesión en la columna, pero últimamente ha podido golpear los pads de práctica. Más importante aún, puede caminar, aunque con una leve renguera, lo cual es más de lo que pudo hacer durante un tiempo. Todos esos discos multiplatino y estadios llenos le dejaron recursos considerables, y la batalla de su hermano contra el cáncer lo conectó con médicos que trabajan con tratamientos de vanguardia. Buscó, por ejemplo, una terapia experimental con células madre, con resultados milagrosos. “Si me hubieras visto hace seis meses— dice—, dirías, hey, está mejor que yo”.

Tuvo otro plan aún más exótico. “¿Conoces DARPA, el brazo de defensa? Tienen cosas robóticas que podés hacer, exoesqueletos y todo eso. Me puse a investigar ese tema porque si las cosas se ponen feas, voy a conseguir uno de esos. Me meto en uno de esos. “¿Como Iron Man?”, le pregunto. Sonríe: “Bingo”.

Hubo señales de advertencia de antemano, pero su columna finalmente cedió cuando Alex fue a un campo de tiro con algunos amigos en 2022. “El rifle me dio una patada en el trasero —dice Alex—, y me rompió la espalda, instantáneamente. Pasé un año en el suelo. Solo mirando al techo. Así nos hicimos mejores amigos [con el dolor]”.

Como adicto en recuperación, evitó los opiáceos, así que la agonía fue infinita. Todavía está sufriendo. “El dolor es bueno para vos”, dice. “Mirar el techo muchas veces puede ser algo filosófico. Dicen que la vida es sufrimiento. Si no obtenés lo que querés, sufrís. Incluso cuando obtenés exactamente lo que querés, igual sufrís, porque no podés aferrarte a eso para siempre. Tu mente quiere estar libre de cambios, libre de dolor… Pero el cambio es la ley y no hay nada que pueda alterar esa realidad”.

Alex Van Halen es, de hecho, bastante filosófico para ser, bueno, el baterista de Van Halen, que en vivo solía golpear un gong en llamas con un mazo también en llamas; el tipo que una vez registró 4.5 en el alcoholímetro de un bar (“4.0 equivalía a ‘muerto’”, señala). “Estoy orgulloso. Absolutamente”. En general, no es lo que podrías esperar del personaje público, especialmente si formaste tu idea de él a partir de entrevistas de hace cuarenta años en las que estaba titánicamente borracho. “Desearía tener más de un pene”, dijo frente a un periodista de ROLLING STONE en 1984.

A diferencia de su hermano, Alex fue un estudiante de notas sobresalientes, al menos hasta que llegó la rebelión adolescente. Se sumergió en el budismo y otras modalidades espirituales desde joven, pero también comenzó a beber “desde el momento en que me despertaba hasta el momento en que me dormía”. Tomó su primer trago a los seis años. Se lo dio su padre.

De izq. a der.: Michael Anthony, David Lee Roth, Eddie Van Halen y Alex Van Halen (Foto: Fin Costello/Redferns)

Lo que podría haber sido

Hubo un momento en que parecía que Van Halen, la banda, podía sobrevivir a la muerte de su guitarrista. Los rumores sobre una gira sin Eddie, con Alex de vuelta en la batería y el vocalista David Lee Roth, eran ciertos. Poco antes del incidente en el campo de tiro, Alex y Roth comenzaron los primeros ensayos para ese tour, junto a dos músicos de la banda solista del cantante. La idea era, eventualmente, incorporar a Joe Satriani en la guitarra y tal vez, incluso, al bajista original, Michael Anthony, que no había tocado con Van Halen desde 2004, cuando Alex y Eddie lo reemplazaron con el hijo de Eddie, Wolfgang Van Halen, todavía adolescente. Pero en esos primeros ensayos, Alex comenzó a sentir entumecimiento, neuropatía periférica, especialmente en los pies. Se preguntó si era un “presagio desde allá arriba”, una advertencia para que no hiciera la gira.

Los planes terminaron colapsando de todos modos, incluso antes que sus vértebras. Después de varias conversaciones telefónicas con Brian May de Queen sobre cómo esa banda sigue adelante sin Freddie Mercury, Alex se llevó ideas sobre cómo proceder. “La gota que colmó el vaso, y puedo ser honesto al respecto ahora— dice Alex—, fue cuando dije: ‘Dave, en algún momento del show tenemos que tener un reconocimiento muy evidente, no una reverencia, pero un reconocimiento de Ed. Como hace Queen, que muestra viejas imágenes [de Freddie]. En el momento en que dije que teníamos que reconocer a Ed, Dave se volvió loco. Fue increíble”.

Según Alex, Roth simplemente se negó a rendir homenaje a su hermano. La idea misma le parecía ofensiva, por razones que Alex no puede comprender. Alex estaba… descontento. “Yo soy de la calle”, dice. “Si me hablas así, hijo de puta, te voy a romper la cabeza. ¿Entendés? Y lo digo en serio”. Y así terminó todo. Alex sigue desconcertado. “Es que, Dios mío, es como si no lo conociera. No tengo más que el mayor respeto por su ética de trabajo y todo eso. ‘Pero, Dave, tenés que trabajar en equipo, hijo de puta. Ya no sos vos solo’”. Roth prefirió no hacer comentarios para esta nota.

Alex tiene pocos remordimientos sobre la gira abortada, que de todos modos no habría podido hacer físicamente. “Es una pena por un lado, pero está bien por el otro”, dice. “Porque ahora, en retrospectiva, tocar esas viejas canciones no es un homenaje a nadie. Eso es como una jukebox, en mi opinión… ¿Buscar un reemplazo para Ed? Simplemente no es lo mismo”.

El segundo cantante de Van Halen, Sammy Hagar, recientemente salió de gira con Satriani y Anthony, tocando aquellas viejas canciones. Alex ni siquiera pronuncia el nombre de Hagar. “El corazón y el alma y la creatividad y la magia eran Dave, Ed, Mike y yo”, dice. Es igual de mordaz en su libro: “Tuvimos muchos otros cantantes a lo largo de los años”, escribe, en su único reconocimiento de la era Van Hagar.

Para ser justos, hubo más cantantes, al menos potenciales, de los que el mundo conoce. Alrededor de 2001, mientras la banda estaba sin vocalista, los hermanos se sentaron con la esposa y manager de Ozzy Osbourne, Sharon Osbourne, y elaboraron un plan para un álbum de Van Halen con Ozzy. “Cuando conseguís un perro, no esperás que sea un gato”, dice Alex. “Cuando tenés un Ozzy, tenés a Ozzy. Vos poné la música, él va a cantar y va a ser genial”. Pero justo antes de que estuvieran listos para empezar a trabajar, los Osbourne tuvieron una reunión con MTV y, en lugar del proyecto con Van Halen, hicieron su exitoso reality.

Alex no está seguro de cuándo los Van Halen zaparon con Chris Cornell. En un momento, Eddie se bajó de la banda por un tiempo y Alex se encontró tocando con Cornell. “Chris estaba en un momento muy frágil de su vida, por así decirlo”, recuerda. “Me senté en la batería y él empezó a tocar el bajo. Tocamos durante 45 minutos. Este hijo de puta se metió tan a fondo que empezó a sangrar. Dije: ‘Este es el hombre’. Y luego murió”.

La verdad es que Alex es el que mejor se llevaba con David Lee Roth en la banda. Después de la muerte de Eddie, la primera llamada de Alex fue a Roth, y a pesar de aquella discusión, siguen en contacto. Roth recientemente le disparó algunas críticas a Wolfgang, el sobrino de Alex, llamándolo “este maldito chico”, pero Alex se ríe de eso. “Para mí, es una señal de respeto”— dice Alex—, de que el viejo maestro Dave en realidad piensa que Wolfie está a su mismo nivel, ¿no?”. Además, Wolf puede cuidarse solo. No es un problema”.

Para Alex, el final de la banda original, liderada por Roth, que pasó de tocar en fiestas en casas de Pasadena, California, a clubes de Hollywood y al corazón de la cultura pop de los años 80, fue una tragedia. “Fue lo más decepcionante que experimenté en mi vida, lo que lo hacía parecer aún más injusto, un desperdicio”, escribe. “Hasta que perdí a mi hermano”.

Es muy consciente de que Eddie dio un gran paso hacia la destrucción de la banda en 1982 cuando aceptó tocar el solo de guitarra en “Beat It” de Michael Jackson, lo que, a su vez, llevó a Roth a emprender sus propios proyectos en solitario. Alex creía que la creatividad era finita y que le debían todo a su banda. Le dijo a Eddie que no lo hiciera. De todos modos, su hermano fue al estudio, desatando todos los trucos que conocía en la guitarra con un solo que se hizo aún más conocido que cualquier cosa que hubiera tocado con la banda. Dos años después, Thriller bloqueó el 1984 de Van Halen en la cima de los rankings.

Los hermanos discutieron sobre la infidelidad musical de Eddie por décadas y, a decir verdad, Alex todavía está furioso 42 años después. “¿Por qué le prestarías tus talentos a Michael Jackson? Simplemente no lo entiendo, joder”, dice. “Y lo gracioso fue que Ed se salió con la suya diciendo: ‘¿Igual, quién lo conoce a ese chico?’. Te equivocaste! Reconocelo. No pongas el dedo en la llaga como un tonto”.

“Ed se lo tomó muy en serio”

Una vez –Alex puede ser poco preciso en la cronología y los detalles, sepan disculpar– Eddie fue a la casa de su hermano y arrojó un proyecto paralelo que acababa de terminar sobre la mesa de la cocina. Podría haber sido la banda sonora que el guitarrista grabó para una película pornográfica en un momento difícil, en 2006, aunque Alex no quiere especificar. “Mi esposa y yo estábamos sentados ahí, y yo lo miro y le pregunto: ‘¿Qué es esta mierda?’”, recuerda. “Y él dice, ‘¿Ves? Al final, el hermanito menor puede hacer algo solo”.

Alex sacude la cabeza. “Si hubiera sido más receptivo frente al hecho de que todo lo que quería Eddie era aprobación—dice—, habría dicho: ‘Esto es lo mejor que vi en mi vida’. Pero en ese momento, yo pensaba más bien: ‘¿Ed, de qué estás hablando? ¿Qué más podrías querer?’. Y ahora, cuando lo pienso, me dan ganas de llorar”. Lo hace, ahogándose por un minuto, y hacemos una pausa.

Alex suspira y continúa. “Tener todo ese talento fue probablemente la mayor maldición”. Ed era un músico increíble, pero al final pagó por ello con su salud, pagó con su vida. Cuando le decían que era el mejor guitarrista vivo, al menos una parte de él lo creía. “Te lo tragaste —escribe Alex en su libro— y luego la carga te abrumó”. Una mezcla tóxica de (justificada) arrogancia, inseguridad y autodesprecio (una sensación de que no era digno de su propio genio) dejó a Eddie con una ansiedad paralizante respecto de su forma de tocar. Usaba drogas y alcohol en gran medida para amortiguar sus inseguridades. Alex está convencido de que el daño que el consumo le hizo a su hermano, en última instancia, ayudó a que el cáncer lo matara.

Eddie le atribuyó algunos de sus problemas a una infancia que consideraba traumática, donde su madre lo reprendía llamándolo “inútil, igual que tu padre” y lo obligaba a practicar piano por horas todos los días.
Típico de hermanos, la experiencia de Alex en el mismo hogar y con los mismos padres fue completamente diferente. La familia llegó a Estados Unidos desde los Países Bajos cuando Eddie tenía 7 años y Alex 8, escapando del prejuicio contra su madre, de ascendencia indonesia. Los niños llegaron sabiendo una sola palabra en inglés, “accident”, que era lo que se leía en la primera página de un libro de vocabulario. Pasaron por una etapa de cierto ostracismo, al principio, por ser extranjeros y de ascendencia asiática. “Ed realmente se lo tomó a pecho”, dice Alex.

En cambio, Alex niega cualquier trauma. Definitivamente había cosas raras, según su propio relato, como cuando su madre lo reclutaba para “noquear a papá”, cuando no le gustaba el comportamiento de Jan. “Nuestra madre era muy disciplinaria e hiperexigente que sólo quería lo mejor para sus hijos”, dice Alex. Alguna vez llegó a golpear el pulgar de Alex con una cuchara de madera tan fuerte que le sacó la uña. “No sabía hacerlo de otra manera. A ella misma la habían pisoteado la mayor parte de su vida”.

El alcoholismo de los hermanos era parte de su legado, casi predestinado. Su padre les dio los genes y también les pasó la botella. Pero ninguno de los hermanos jamás culpó a Jan Van Halen. Al contrario, lo consideraron una inspiración musical y una fuente de sabiduría, un Yoda holandés y ebrio. Alex escribe haber visto a su padre trabajar durante horas modificando la caña de su clarinete, buscando un tono “más rico y terroso”, lo cual ayudó a inspirar el legendario “sonido marrón” de la guitarra de Eddie y el propio redoblante de Alex: “Todo su mundo se convirtió en esa caña”. Jan era un músico de oficio, lo más alejado de una estrella, y trató de inculcarles su ética a los hijos: “No te creas tu propia mierda. Solo tocá”. Con Ed, no funcionó del todo, como explica Alex, aplaudiendo con cada palabra: “No-escuchó-el-consejo-de-mi-padre”.

Para ser claros, Alex siempre fue un virtuoso. Solo escuchá la loca síncopa que se cuela bajo el solo de guitarra en “Jump” o el resbaladizo juego de platillos en “Outta Love Again”. Taylor Hawkins, de Foo Fighters, quien casualmente vivía en el mismo barrio cerrado de Los Ángeles, me tocó la canción completa cuando lo visité en 2021, un año antes de su muerte. “Es muy difícil hacer eso”, dijo Hawkins. “¡Porque es el maldito Alex Van Halen! Pero no se lo reconoce como se debería. Te lo digo acá y ahora: no lo reconocen como lo merecería”.

Alex nunca pudo asimilar ser un héroe para otros bateristas. De todos modos, dice, el reconocimiento a los bateristas suele ser relativo. “La cuestión es: ¿cuántos bateristas conocés que puedan llenar el maldito Rose Bowl, solos?”.

Casualmente presiona play en un archivo de audio en su teléfono, y un riff de Eddie Van Halen que nadie ha escuchado antes sale disparado de los pequeños parlantes, con la batería de Alex, fuerte en el hi-hat, pulsando detrás. Los acordes rítmicos de la introducción podrían haber estado en su debut de 1978, mientras que la sección de la estrofa arpegiada suena distinta a cualquier otra cosa de la banda. “Escuchá lo que hace entre el riff”, dice Alex. “Nunca hay un momento muerto. Intenté darle un ritmo diferente, si te fijás”. La canción “nunca llegó a nada”, pero Alex me la muestra como ejemplo de lo que los hermanos hacían en sus interminables y eternas sesiones.

Hay toneladas de música inédita en los archivos de Van Halen, pero muy pocas canciones terminadas, y aún menos con voces. “Son todas pequeñas piezas”, dice. “Un montón de riffs no hacen una canción”. Dicho esto, hay una cantidad de canciones que a Alex le gustaría lanzar, aunque advierte que eso podría llevar años. Se ha puesto en contacto con la empresa detrás de ChatGPT sobre la posibilidad de analizar “los patrones de cómo Edward hubiera tocado algo”, para que puedan ayudar a generar nuevos solos de guitarra. Y tiene un cantante en mente para este material. “Lo ideal sería Robert Plant”, dice, aunque no ha hablado con el exvocalista de Led Zeppelin desde 1993. “Vas a pensar que estoy completamente loco”, añade Alex. “Pero cuando las condiciones sean las adecuadas, las cosas se van a dar”.

El otro proyecto en el que Alex está trabajando, lentamente, es una biopic de Van Halen, para la cual busca productor. “Es solo un plan a largo plazo”, dice. “Quiero decir, para poner las cosas en perspectiva, la película de Queen tardó treinta años en hacerse”.

Al final

Cuando Eddie Van Halen viajó a Suiza para hacerse tratamientos experimentales contra el cáncer en los últimos años de su vida, se llevó un pedal de guitarra multifuncional. “Podría haberse relajado un poco”, dice Alex. “No sé qué lo impulsaba ya cerca del final”. Había algo, una picazón que no podía rascarse, algo que necesitaba hacer. Hizo música hasta el mismo final. Francamente, no era muy bueno. Pero ese no era el punto”.

Solo pensar en las múltiples batallas de Eddie por su salud puede hacer que Alex vuelva a llorar. “Sabés, la peleó hasta el final. Cualquiera que piense que no fue así puede chuparme lo que ya sabés. Si supieras por lo que tuvo que pasar para tratar de vencer el cáncer… No eran tratamientos tradicionales. Algunas de esas cosas raras causaron una mezcla tóxica en su cuerpo. Y, sí, ‘¡no deberías beber con eso, Ed!’”.

Al visitar a Eddie en los últimos meses de su vida, Alex nunca le dijo que los médicos predecían el final a la vuelta de la esquina. Con el covid en su pico máximo, se encontró al lado de la cama de su hermano, a quien le ocultaba la verdad. “¿Cómo te sentás con tu hermano y le decís: ‘Ed, ¿no lo vas a lograr’?”, dice Alex. “Seguí esperando y fingiendo y viviendo como si nada. Siempre hay un próximo disco. Te mirás en el espejo y pensás: ‘¿Le estoy mintiendo?’”.

Al final, el cáncer se extendió al cerebro de Eddie, que murió después de sufrir un derrame cerebral masivo. Antes de eso, los médicos realizaron una cirugía para extirpar un tumor cerebral y le dieron a Eddie pastillas de esteroides para combatir la hinchazón. Lo hacían sentir “como Superman, y la verdad es que los Van Halen siempre creímos en que si dos son buenos, veinte son mejores. Ese era nuestro mantra”. Un día, recuerda Alex, Eddie tomó todas las pastillas del frasco, no para hacerse daño, sino para tener esa sensación. “No vi el frasco, pero tenía como mil pastillas”, dice. No puede evitar reírse, aunque está convencido de que eso aceleró la muerte de su hermano.

La pandemia significó que no hubo funeral ni ningún evento conmemorativo. “Fue algo muy poco ceremonioso”, dice Alex. Eddie fue cremado, y Wolfgang se hizo cargo de las cenizas. “Tengo que decir que Wolf hizo un trabajo fenomenal manejando toda esa mierda”, dice Alex. “Fue mucho más de lo que cualquier joven debería enfrentar”. Hasta el día de hoy, Wolfgang lleva parte de los restos de su padre en un collar, cerca de su corazón.

Para Alex, Ed está aún más cerca. Cree que el fantasma de Eddie Van Halen lo está acechando, aunque de una manera buena. “Ed ha estado por acá un par de veces”, dice, mirándome fijo. “Te lo puedo asegurar”. Hoy mismo sintió su presencia o, más bien, la olfateó. “Estuvo ahí esta mañana”. Alex ha llegado a creer que los hermanos lograron “lo que vinimos a hacer a este mundo”, y está convencido de que Eddie finalmente también lo entendió así.

“Está bien”, dice Alex Van Halen, volviendo a pensar en el hombre que conocía mejor que a nadie en este mundo o incluso en el próximo. “Donde sea que esté, está bien”.

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