40 años de ‘Meat is Murder’, el disco que puso a The Smiths en el mapa global del rock


Amor a primera escucha. Los segundos iniciales de “The Headmaster Ritual” provocan el encantamiento y desde ese instante no hay vuelta atrás. El ensamble enérgico e impetuoso es un juego de a tres: la guitarra Rickenbacker de Johnny Marr interviene con afinaciones abiertas la base exacta y lujosa de Mike Joyce y Andy Rourke. El arranque de Meat is Murder es uno de los mejores primeros temas de la historia del rock, un grito furioso de sensibilidad inclusiva en plena era Thatcher. Morrissey recién aparece a los 45 segundos, luego de la intro post-punk, pero bajo un criterio de producción más cercano a la alta fidelidad. El cantante y su lirismo ponzoñoso describe con gracia sardónica el riguroso sistema educativo británico: “Belligerent ghouls run Manchester schools”, canta Moz y revela procedencia y demonios. Los ghouls son seres monstruosos, propios de la mitología celta, también conocidos como necrófagos por su adicción a consumir cadáveres humanos.
Es sólo el comienzo. De principio a fin, el segundo disco de los Smiths fluye como una novela de iniciación sobre la violencia que cubre la línea de tiempo que va desde la cuna al matadero. Meat is Murder pertenece a un reducido grupo de obras capaces de cambiar la vida de los que aceptan sus reglas de atención y, al mismo tiempo, maneja una rara atemporalidad que hasta permite nuevas oportunidades para los recién llegados dispuestos a descubrir un disco grabado hace 40 años. Sin duda, es el álbum que puso a la banda británica en el mapa global del rock.

Antes de Meat is Murder, The Smiths era una promesa revelada en dosis mínimas. Sus primeros singles funcionaban como pequeñas bombas a punto de estallar en los charts británicos, que se quedaban a mitad de camino. La voz operística de Morrissey, un estilo musical que mezclaba rockabilly clásico con The Byrds, y los temas tratados en las letras (el abuso infantil, la vulnerabilidad de la vida común, el desamor más descarnado), conspiraban contra la aceptación masiva. Aquel esquema inicial de inocencia y valentía en pleno auge del synth-pop no fue un buen téster de virtudes. El álbum homónimo lanzado en 1983 por el sello independiente Rough Trade sonaba plano y sin brillo, totalmente opuesto a las fulminantes presentaciones en vivo. El cuarteto era mucho más y así lo reflejaban sus primeros 45 RPM, una topadora de apariencia simple marcada por originales recursos melódicos y un cantante para espantar puristas.

Para 1984, The Smiths seguía sumando adeptos en el Reino Unido y ya empezaba a ser un atractivo objeto de seducción para la prensa. Las declaraciones de Morrissey contra el thatcherismo imperante, sus ataques certeros a las nuevas estrellas pop y su personalidad esquiva provocaban adhesión entre los chicos y chicas que no encajaban en la categoría de adolescente feliz. Hatful of Hollow, un compilado de singles y sesiones en la BBC de Londres, editado en noviembre de 1984, mejoró su posición en los rankings y hasta dividió opiniones entre los que consideraban a los pibes de Manchester como una banda condenada a permanecer en el ranking de singles.

Meat is Murder contradijo todos los pronósticos. Johnny Marr, con solo 21 años, asumió la producción y los riesgos. Junto al músico e ingeniero de sonido Stephen Street, el guitarrista capturó el momento creativo que vivía la banda. El segundo álbum del cuarteto llegó a las disquerías británicas el lunes 11 de febrero de 1985, justo el día en que Margaret Thatcher celebraba diez años al frente del partido conservador inglés. No existía en las islas un alegato más convincente sobre una gestión que aceleró la creciente polarización entre un norte industrial en decadencia y un sur próspero, con un desempleo que ascendía a la escalofriante cifra récord del 14%. En su segundo período como primera ministra, Thatcher dominaba la escena política −el triunfo en la Guerra de Malvinas agigantó su figura− y la debilidad de la oposición suscitaba una seria preocupación en el sentido de que no había una alternativa.

Parte de ese estado de desilusión y amargura cubría a buena parte de Manchester, una de las ciudades más castigadas por las políticas neoliberales, impresión que Morrissey plasmó en agudas observaciones lejos del oportunismo panfletario o la mera queja explícita. El sucesor de Meat is Murder estuvo muy cerca de llamarse Margaret on the Guillotine, finalmente se impuso The Queen Is Dead, título y contenido no menos ofensivo para con la casa real y las tradiciones británicas. La canción sobre Maggie y su final abrupto cierra Viva Hate, debut solista de Steven Patrick Morrissey.

En 1985, Mariano Esaín cursaba segundo año en el colegio Nacional Buenos Aires, ya participaba de algunas bandas formadas y no paraba de asombrarse cada vez que descubría algún disco interesante. “Compré una edición en casete a la salida del colegio. No recuerdo si había escuchado mencionar a la banda, pero creo que el nombre me llamó la atención incluso antes de escucharlos. Algo súper conciso y que se parecía a los nombres de las bandas que empezaba a descubrir. Estaba con el punk, el post-punk y todo eso”, dice Manza que en pocos años se transformaría en tecladista de Martes Menta para luego liderar bandas como Menos Que Cero y la todavía activa Valle de Muñecas. “De entrada me gustaron la tapa, la gráfica, el nombre, sentía que tenía que ver con lo que estaba escuchando. La edición argentina venía con un arte muy despojado, casi no tenía la información que suelen tener los discos físicos, y eso también me llamó la atención”.

Meat is Murder tuvo edición nacional, primero en casete a fines de 1985 y luego en vinilo, ya en 1986. Buelax Producciones SRL figura como editor responsable para un prensado bastante austero y con la traducción errónea del título Carne es muerte. Entre las publicaciones de la época, sólo la revista Pelo acusó recibo del lanzamiento. “Traslademos la historia de The Smiths a la Argentina e imaginemos un grupo, Los Pérez. Una banda simple, de barrio, sin demasiadas pretensiones ni secretos. Sin un look chocante o despampanante ni efectos sonoros especiales. Solo con un cantante muy romántico, poético y sensible. En Buenos Aires, Los Pérez apenas podrían llegar a presentarse en un pub, sin jamás imaginarse llegar un día a convertirse en símbolos ni mucho menos en liderar los ránkings”, sentencia la crítica sin firma publicada en el número 274 de noviembre de 1986. “The Smiths es quizás la banda más fresca y pura que hoy se pueda encontrar, y en eso reside su magia”, dice el autor sin nombre en otra parte de la reseña.

El recuerdo que dejó en Manza Esaín aquella primera impresión funciona como un disco fundacional de su etapa formativa. “El impacto al escucharlo fue inmediato. Una extrañeza. Una música que venía de Marte. Si bien la sección rítmica tenía que ver con lo que esperaba de la banda, me llamaron la atención las guitarras —cosas de los Byrds, rockabilly— limpias y con dibujos que no estaban muy presentes en esos años. Tal vez, del otro lado del océano, el guitarrista de R.E.M. hacía cosas similares, pero no es algo que yo hubiese escuchado”, dice el músico y productor. “Las melodías de Morrissey me parecían de otro planeta, no sabía de donde salían, incluso me costaba asociarlas con la armonía que había abajo. Unos años después descubrí que era algo bastante simple. Era extraña la instrumentación respecto de su voz. ¡Absolutamente genial!”.

La foto de tapa que ilustra Meat Is Murder revela hasta qué punto The Smiths estaba modificando los patrones estéticos del rock de los 80. La imagen de un soldado norteamericano repetida cuatro veces sigue siendo hoy un manifiesto antibelicista, que también expone un mensaje sin eufemismos sobre la incansable lucha de Morrissey contra el maltrato animal y su militancia a favor del vegetarianismo, elección que profundizó en 2015 al sumarse a las filas del veganismo.

La foto original pertenece al afiche promocional del documental In the Year of the Pigs (1968), dirigido por Emile de Antonio sobre la dantesca guerra de Vietnam. Michael Wynn es el marine que aparece en primer plano, Morrissey pidió modificar el mensaje del casco que originalmente contenía la frase “Make War, Not Love” por “Meat is Murder”. A pesar de muchas controversias con los sectores más conservadores de Estados Unidos, la película fue nominada al Oscar por mejor documental y hasta el día de hoy es reconocida como uno de los mejores documentales sobre la guerra de Vietnam. En una web de veteranos de guerra, Wynn manifestó su enojo: “Nunca me contactaron para contarme que iban a usar esa fotografía. Y no me gustó demasiado que cambiasen las palabras. Me enteré de todo esto cuando mi hermana estaba de compras en un supermercado y vio mi cara en un disco de The Smiths”.

En una entrevista picante concedida a NME, en plena campaña de difusión de Meat is Murder, Morrissey dijo que el nombre del álbum era “una declaración directa”. “Me parece que, como ilustra la imagen de tapa, la única forma de librarnos de cosas como la industria de la carne y otras cosas como las armas nucleares es dándole a la gente un poco de su propia medicina”. La decisión del cantante tuvo eco en su socio compositivo. “Antes de hacer el disco yo comía carne porque así era como me habían educado, pero en cuanto mi grupo tuvo una canción con el título ‘Meat Is Murder’ dejé de hacerlo y no he vuelto a comer carne en toda mi vida”, dice Marr en su autobiografía ¿Cuándo es ahora?.

“La primera vez que escuché The Smiths tenía 12 años, en 1986. Mi hermano mayor tenía unos casetes compilados de música para fiestas que hacían con sus amigues y ahí uno de esos casetes tenía dos temas, uno era ‘Bigmouth Strikes Again’ y el otro era ‘Barbarism Begins at Home’, que me volaron la cabeza. En esos compilados había Joy Division, Bauhaus, The Cure, Sumo. Con The Smiths fue un flechazo. Eran una banda sólida, potente pero a la vez sensible. La voz de Morrissey me tocó una fibra íntima, algo que no me había pasado con ningún cantante”, dice Flopa Lestani. La futura bajista de Barro e integrante de FlopaManzaMinimal le pidió a su abuelo que le regalara para el día del niño el casete de The Queen is Dead. “Aún lo conservo. Al tiempo me compré Meat is Murder. A partir de ahí me picó el bichito de tocar también. Empecé con el bajo. Saqué temas de ellos y de The Cure como podía. Son una columna fundamental en mi educación musical sentimental”.

Según la cantante y guitarrista, Meat is Murder no envejece. “Lo escucho cada tanto y necesito pasarlo completo. No puedo escuchar temas sueltos porque la mente me pide el resto. Si me cambiás el orden se me desacomoda la matrix. En su momento, tenía una vaga idea de qué trataban las letras, pero hasta mucho después no llegué a entender el contenido político. Es un manifiesto atrás del otro: veganismo, maltrato animal, sistema político, violencia en las escuelas. Temáticas que pude profundizar bastante más de grande. Algo intuí en su momento sin saber un pedo de las letras. La magia de la música”.

El efecto The Smiths es un síntoma planetario que resiste hasta las barbaridades reaccionarias que lanza Morrissey cada vez que habla y no canta. Volvamos entonces al efecto The Smiths, una alianza eterna que con solo cuatro discos de estudio fue capaz de adueñarse del mundo de los que nunca ganan y casi siempre pierden por goleada. Un vínculo que tomó forma definitiva en Meat is Murder cuando el castigo corporal formaba parte de la curricula secreta de los colegios británicos.

(Foto: Paul Natkin/Getty Images)

Con “The Headmaster Ritual” surge una evolución narrativa y musical al himno de Roger Waters inmortalizado en “Another Brick in the Wall–Part II”. Quieren conocer la violencia en comunidades pequeñas, escuchen “Rusholme Ruffians”, con riffs tomados directamente de Graceland y el bajo mejor marcado por el inolvidable Andy Rourke. Pocos se animarían a titular una canción de guitarras ligeras y ritmo frenético con el nombre de “I Want the One I Can’t Have”; Moz lo hizo y puso uno de sus mejores versos para entender el estado de las cosas en la vida de un chico norteño: “Una cama doble y un amante incondicional, seguro, son las riquezas de los pobres”. Lo que sigue es pura destreza rockabilly sobre un relato tramposo llamado “What She Said”. The Queen is Dead es insuperable pero no incluye “That Joke Isn’t Funny Anymore”, cumbre smithsoniana en donde sonidos y palabras crean una atmósfera única, aunque la letra es puro bullying cuando nadie hablaba de eso en una canción pop.

El lado B no baja en intensidad, tal vez los temas excedan el tiempo permitido para una canción de los Smiths. Por lo pronto, “Nowhere Fast” incluye la frase “Me gustaría bajarme los pantalones ante la reina”, y “Well I Wonder” es una versión moderna y acelerada de “Cadence and Cascade”, de King Crimson (el tema es uno de los favoritos de Johnny Marr en cuanto a producción y desarrollo compositivo). El final es exagerado, pero no menos brillante: “Barbarism Begins at Home” es un funk tan bailable como el swing en sintonía Chic que le imprimen el tándem Joyce-Rourke; nunca tanta gente bailó un tema que habla sobre la violencia familiar.

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